Que aunque se mantiene en el más absoluto secreto el contenido y los detalles del plan, ha trascendido que hay una iniciativa ciudadana en marcha para hacer cristalizar un viejo anhelo de los aficionados a la fiesta de los toros en Yucatán: que sea declarada patrimonio cultural del Estado. No obstante la oposición de ciertos sectores ultras de defensores de animales, las autoridades ven con buenos ojos la promoción que se hace y que ya está en manos de quienes pueden decidir en lo que a este respecto toca.

No pasará mucho tiempo, nos dicen, antes de que se vean los frutos del trabajo de los aficionados que han hecho un bien fundamentado proyecto basado en la historia de los festejos taurinos que en Yucatán se remontan a la Colonia.

Que sin embargo, y siempre en relación con la fiesta de los toros, muchos aficionados se lamentan de lo que está ocurriendo en la plaza de mayor historia y abolengo del sureste de México, la Mérida, donde son más que evidentes las irregularidades que comete la empresa, tanto con la edad de los toros como con las procedencias –no hay tarde en que no se tengan que terciar los encierros- y con la actitud de los toreros que vienen a cumplir el trámite y no hacen mucho por agradar al público (hace años que la Mérida dejó de ser referencia obligada en el ámbito taurino nacional y que perdió el respeto de los diestros).

Todo eso ha hecho que los aficionados se alejen de la Plaza y ya ni cuando vienen toreros como El Juli, Joselito Adame u otros de primera línea se llenan los tendidos. Las autoridades municipales tienen mucho que ver en esto, lo mismo que la decadente Comisión Taurina, de la que ya poco se oye y menos se nota.