Que si es usted muy curioso –o chismoso profesional como algún periodista o le gusta mirar más allá de lo que la mayoría mira– se habrá dado cuenta de que dese hace un tiempo por diversos rumbos de la ciudad han comenzado a aparecer palomas torcazas –pequeñas aves muy nerviosas y ariscas que no solían acercarse a los sitios habitados por humanos– e inclusive a hacer sus nidos en árboles de sitios públicos, por ejemplo los terrenos de los antiguos pabellones del hospital O’Horán, donde usted puede admirarlas y verlas caminar por los jardines sin ningún temor. “Es la capacidad de adaptación”, explicó un experto en aves, “nosotros invadimos su hábitat, los sacamos de sus terrenos y les quitamos sus medios de subsistencia, pero su instinto de supervivencia es mayor que nuestra capacidad de destrucción”.

Que en estos días en que estuvo en Yucatán el escritor Agustín Monsreal, quien vino a trabajar en la organizción de la FILEY 2014, algunos jóvenes tuvieron ocasión de intercambiar puntos de vista con él y comentaban que una de las cosas que les llamó la atención de su plática fue su preocupación por conocer las palabras. Les decía, según manifestaron, que uno tiene que enamorarse de las palabras, saborearles, olerlas, sentirlas y estudiarlas, aunque no precisamente en ese orden, porque la palabra es lo más humano que tiene el hombre. El maestro Monsreal, uno de los grandes escritores de la actualidad yucateca, se dio su tiempo para responder las preguntas de ese grupo de jóvenes que aspiran a ser  periodistas, quienes seguramente tendrán marcadas en sus mentes las recomendaciones del escritor.