Que ahora que la Orquesta Sinfónica de Yucatán cumple diez años –veinte temporadas con éxito ascendente cada una-, vale la pena detenerse un rato a reflexionar y analizar todo cuanto la idea del visionario Adolfo Patrón Luján ha generado en beneficio de Yucatán y no sólo en el aspecto económico que quizá no sea el más importante.

De entrada, existe en el Estado una planta docente de maestros en diferentes instrumentos que la ya quisieran no otros estados de México sino otros países. Ello ha redundado en un alza explosiva de la calidad de los ejecutantes yucatecos y de quienes vienen de otros lares a estudiar aquí y eso es ya un logro inestimable.

Sin embargo, también está que la semilla que se comenzó a sembrar hace diez años hoy comienza a dar opimos frutos con la presencia cada vez más numerosa de jóvenes a los conciertos de viernes y domingos de temporada, aunada a la de decenas de extranjeros residentes en el Estado. Otra buena nueva es que, se nos asegura que con base en sus logros académicos, entre los cuales la música ocupa sitio central, hay el proyecto de que la Escuela Superior de  Artes de Yucatán (ESAY), hoy bajo la acertada dirección de Beatriz Rodríguez Guillermo, se convierta en Universidad de las Artes de Yucatán.

Que gracias a la OSY también podemos disfrutar del talento de artistas yucatecos que triunfan en el extranjero, como son los casos de Cecilio Perera Villanueva -quien ayer ofreció nuevo, aclamado concierto a teatro lleno-, Manuel Escalante Aguilar, Robbin Blanco y varios más que vienen como solistas invitados.