Amar cuando se esconde la luna

Yo quiero ver la puesta de la luna en la playa, quiero encontrarme y perderme en tu mirada, quiero una lluvia de estrellas sobre mi cuerpo, quiero el sonido de las olas que se esconde en tu voz.

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A veces digo las cosas que no debo, las que pienso, por ejemplo, con el corazón, cuando comienzo a hablarles de amor a extraños conocidos, pronunciando inocentes tequieros que esconden toda mi pasión.

–¿Querer?-  me preguntó exaltado, con el entrecejo fruncido, visiblemente fastidiado, arrebatándole una mirada de incredulidad.

-¿Y por qué no?- pensé-. Yo le necesito, mi cuerpo le necesita, ¿qué, no entiende que un minuto es equivalente a 100 años cuando permanece en silencio contemplándome, qué no entiende que cuando sonríe se suman otros 100 a su lado, qué no concibe que cuando me abraza o me besa se suman millones? ¿Por qué no entiende entonces que en un día sobra ya la eternidad?

-¿Querer? –repetí–. Quererte no. Yo quiero ver la puesta de la luna en la playa, quiero encontrarme y perderme en tu mirada, quiero una lluvia de estrellas sobre mi cuerpo, quiero el sonido de las olas que se esconde en tu voz. 

Quererte no, yo a ti no te quiero, yo a ti ya te amo -le confesé en un susurro a ese ocaso que ahora me caía encima, antes de quedarme en completo silencio, con la sonrisa floja hacia abajo, con los brazos aferrados a pasiones temporales y  con la mirada inundada de amor, sin poderlo evitar, a pesar de cada paso que daba lejos de mí.

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