Un amor para el recuerdo

La relación del gobernador Felipe Carrillo Puerto y la periodista estadounidense Alma Reed se inmortalizó con la célebre canción “Peregrina” compuesta en una noche por el poeta Luis Rosado Vega.

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Por historias de amor han corrido ríos de tinta y seguirán corriendo, porque es un tema universal e inagotable, y en este mes nos sobran los motivos para leer y enamorarnos de bellas historias de amores atormentados, como la del gobernador Felipe Carrillo Puerto y la periodista estadounidense Alma Reed, relación que se  inmortalizó con la célebre canción “Peregrina” compuesta en una noche por el poeta Luis Rosado Vega y musicalizada por Ricardo Palmerín.

La historia de la canción la cuenta el propio autor en el cancionero “Clemens”. Pero la versión más completa de este tórrido romance la narra  la misma Alma Reed en su autobiografía titulada “Peregrina. Mi idilio socialista con Felipe Carrillo Puerto”, cuyo manuscrito fue rescatado por  Michael K. Schuessler después de permanecer 35 años olvidado en un sabucán que resguardaba Richard Posner, el mejor amigo y confidente de la periodista. 

El libro cuenta el idilio trágico entre Alma y Felipe, un amor fugaz e imposible porque él era casado; sin embargo, meses antes de su muerte había solicitado su divorcio y planeaba casarse con Alma en San Francisco en enero de 1924. Pero esto nunca llegó a suceder, pocos días antes, el 3 de enero, es fusilado en el Cementerio de Mérida, donde hoy descansan sus almas enamoradas muy cerca una de la otra, pues ella misma se lo había pedido a una amiga cercana en una carta: “Si algo me sucede, Rosa Lie, quiero que me entierren tan cerca de Felipe Carrillo Puerto como sea posible”. 

La intensa comunicación epistolar que mantuvo la pareja se encuentra en fragmentos incluidos en el libro donde también se aprecia la admiración por el político y defensor de los oprimidos. Los sucesos convulsos de aquel Yucatán de la década de los veinte, especialmente del breve período del líder socialista, seguramente ocasionaron que presagiara su trágico final, así lo expresa en la última carta enviada a su amada en diciembre de 1923: “Con todo mi cariño te envío recuerdos y espero que tú pienses lo desgraciado que soy sin ti a mi lado, no tengo ningún consuelo, ni una caricia la más insignificante. Recibe todos los besos de mis labios y todo el amor de este pobre hombre sediento de felicidad. Tuyo hasta que muera”.

Los versos musicalizados de Rosado Vega supieron resguardar para la posteridad este romance y hoy nadie puede olvidar que en nuestra historia hay un episodio de amor para recordar: “No te olvides, no te olvides de mi tierra,/ no te olvides, no te olvides de mi amor”.

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