Me dejo llevar por una corriente de demencia, y le hablo de amor, con la primera estela del café por la mañana, esos velos huidizos que nos separan, que se atraviesan entre nuestras miradas. Mi mirada, enamorada, lo puede decir todo, lo puede predecir todo. Y le hablo de amor, en ese rápido encuentro entre su cabello y mis delgados dedos, que frágiles se refugian entre sus manos sin perder más el tiempo. 

Le hablo de amor, sin palabras, pegando mis labios a su frente y tatuándole un beso, dos besos, tres besos. 

Le hablo de amor entre líneas, entre estas líneas mientras repasa la mirada sobre mi recuerdo. 

Le hablo de amor cuando le extraño, cuando me le quedo viendo y en sus ojos encuentro mi reflejo, cuando le encuentro a la mitad del camino de su vida, cuando me encuentra al principio de la mía. 

Cuando cierro los ojos y desaparece también le hablo de amor. Le digo: te amo, le grito te amo, le susurro te amo, a su recuerdo. Y así todo el tiempo.