Mi anecdotario vial de Mérida

La calle no sólo es de los automóviles; también hay peatones y ciclistas que merecen respeto y seguridad.

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Hoy me permito empezar un anecdotario de las situaciones que todos los días se presentan en nuestras vialidades, en todos  los puntos cardinales, a todas horas y siempre con la creencia de que quien está detrás de un volante es dueño de la  calle.

Para comenzar, hace unos días, al dar la vuelta sobre la vía del tren en Circuito, después de la Comer, había un anciano con dificultad para caminar, auxiliado con un bastón, que con una linterna avisaba que estaba cruzando para que no lo atropelláramos; al verlo me detuve y la conductora del vehículo que venía detrás comenzó a pitar desaforadamente y como no me movía me rebasó y por poco atropella al pobre señor, quien se tuvo que dejar caer hacia atrás; me bajé a ayudarlo y me dijo que no era la primera vez que le pasaba.

Unos días antes, circulando de norte a sur sobre Reforma, al llegar a la 25, la esquina de la Plaza de Toros, iba a dar vuelta a la derecha, ya que hay vuelta continua, pero vi a una pareja de personas cruzando, por lo que me detuve para dejarlos cruzar con seguridad y el automovilista que estaba detrás comenzó, igual que en el caso anterior, a tocar el claxon desaforadamente; las personas que cruzaban se acercaron a él y le dieron las gracias y como respuesta arrancó rechinando las llantas.

Como peatón, en la esquina de la 22 y la 21, en donde está la estación de bomberos de la México Oriente, al cruzar cuando estaba en alto la 21, una persona que iba sobre la 22 dio bruscamente la vuelta y por poco me atropella; al decirle que al haber vuelta continua se debe respetar al peatón, como respuesta me gritó:  quítate, ejemplo triste de cómo se conduce en nuestra ciudad.

Este caso me hizo recordar cuando al querer cruzar Colón en la esquina de Reforma, estando el  semáforo en rojo, una señora por poco me atropella al dar vuelta a la derecha y con mi portafolios le rompí su espejo lateral, frenó y se bajó gritándome que le pagara su espejo, saqué mi celular y al comenzar a marcar me gritó que a quién llamaba y le respondí que a la policía para avisar que me habían atropellado y me gritó que era un desgraciado y se fue.

Entendamos que la calle no sólo es de los automóviles; también hay peatones y ciclistas que merecen respeto y seguridad.

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