Ante todo cumplir nuestros deberes

La diferencia está en cumplirlos por convicción y no por obligación.

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Hace unos días, navegando por espacios ambientales de Internet, me encontré con un personaje, que no sólo todos deberíamos conocer, sino deberíamos ser; a este personaje, del grupo multidisciplinario “El Buen Ciudadano”, se le conoce como “Beto”, una persona ordinaria siempre dispuesta a realizar acciones extraordinarias. 

La pregunta, ¿qué debemos hacer?, incluye múltiples respuestas, porque los distintos quehaceres de cada uno de nosotros dependerán del papel que desempeñamos, como padres, hijos, vecinos, amigos, empleados, empleadores, estudiantes, maestros, gobernantes, gobernados, conductores, peatones, en fin, todos los escenarios en los cuales actuamos cada día de nuestra vida.

Los buenos ciudadanos cumplen normas, reglamentos, decretos y leyes, pero la diferencia está en cumplirlos por convicción y no por obligación, está en cumplirlos por conciencia y no por evitar un castigo o sanción. Beto logró entender, y quiere que todos entendamos, que la mejor manera de acceder al derecho, es cumpliendo el deber.

Mientras el mundo habla de derechos, Beto solo habla de deberes, porque observó que cuando yo cumplo mis deberes, satisfago los derechos tuyos y los de él, y los de todos los demás, y de igual manera, cuando tú cumples tus deberes, satisfaces mis derechos y los de él, y también los de todos los demás. 

Beto es coherente con lo que piensa, dice y hace: sólo dice lo que piensa, y sólo hace lo que dice; no cambia su pensamiento al cambiar el lugar donde esté, y sigue siendo el mismo buen ciudadano y piensa siempre de la misma manera, cuando es parte de la población civil, o cuando se integra a la población del sector público. 

Trabajar por el bienestar colectivo es también trabajar por el bienestar individual, lo que no es una tarea difícil, y es este sencillo principio parte esencial del éxito en el cual se mueve Beto, lo que ha permitido que la sociedad lo identifique como un buen ciudadano. A fin de cuentas, los bienes colectivos son mucho más perdurables que los bienes individuales, y constituyen un permanente valor agregado a la calidad de vida de toda la sociedad. 

Qué diferente sería el mundo si nuestro diario accionar se enmarcara en el cumplimiento de nuestros deberes.

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