Anticiparás las fiestas

Principiando septiembre atestigüamos la singular disputa por espacios de exhibición entre monstruos, calacas y brujas.

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El mexicano es un pueblo aguantador. Soporta al TRI, vomitivas telenovelas, asfixiantes comerciales, la agraviante revisión a infantes el día del grito en el Zócalo, la pompa y circunstancia del informe presidencial y el dispendioso narcisismo de Eruviel Ávila en EdoMex  y Manuel Velasco en Chiapas. 

Pero algo extraño sucede en la engrasada maquinaria que soporta recelos y preserva atemperadas las inquietudes de la población. Cuando pan y circo no son  suficientes para mantener tranquila a la plebe, parecen ponerse en marcha oscuros mensajes subliminales. 

Sólo así se explica que  principiando septiembre atestigüemos en centros y plazas comerciales la singular disputa por espacios de exhibición entre monstruos, calacas y brujas del jalogüín con personajes, motivos y adornos decembrinos. 

Tal vez invertir treinta días en el almacén hasta su noche de fiesta no sea motivo de disgusto para Frankenstein, hombre lobo y compañía. En cambio se antoja una extravagancia inmoral exponer  representaciones del  puruxón barbudo vestido de rojo y diversas figuras religiosas esenciales haciendo antesala −tres meses y medio antes de lo debido− con tan terrorífica y pagana compañía. 

Agua y aceite expuestos en anaqueles contiguos disputándose las quincenas populares. El evidente fastidio en las caras de San José y la Virgen y la faz inexpresiva del hombre de nieve –temeroso del calor yucateco− realzan el gesto reprobatorio en el rostro del Niño Dios −ahora un infante prematuro− al verse afrentados por calabazas con ojos y velas dentro.

Las reglas propias de los mercados, la voracidad de mayoristas y el silencio de la Iglesia no debiesen dar pauta para vulgarizar las fiestas por desvaríos comerciales. Repudiar la manipulación evitando adquirir antes de tiempo estos objetos es dejar bien claro que se equivocan quienes suponen que basta  pender una zanahoria frente de nuestras narices para avanzar. 

Cerremos filas para desengañar a aquellos que nos consideran tan ingenuos como para no darnos cuenta. También se hace urgente exigir la venta de arbolitos navideños a principios de diciembre. 

Así, durante la Nochebuena,  gozaremos de un pino fresco, oloroso, inspirador de los más sutiles misterios que propicia la Navidad y el seis de enero el detalle será más que agradecido por los Reyes Magos.

¡Vaya biem!

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