Aprender a negociar
Liberémonos de ese pesado lastre de sentirnos solos, que sólo existe fracaso y triunfo, que soy único y decido mi vida, pues eso nos impide vivir y disfrutar de cada cosa que hagamos.
En reciente actividad académica, vi a un conocido cercano, quien fue el ponente y no se permite la flexibilidad y mucho menos el fracaso. Esto me hizo reflexionar sobre la actitud adoptada por no pocos, a quienes no lograr objetivos los debilita y son presa fácil de comentarios no constructivos, que alimentan fantasmas de autocrítica.
¿Pero por qué traigo a colación el tema? Porque me he dado cuenta de que muchos jóvenes, como parte de los cambios en la dinámica familiar, exigencias de la vida y en sano afán de superación, se están convirtiendo en estadística que revela el notable aumento de consultas al psiquiatra. Recurrí a experto y cuestioné motivo de tal fenómeno, y afirmó: ¡Durante las experiencias de su vida intentan, cada vez con más facilidad, retirarse al darse por vencidos!
Me relataba que el mecanismo compensatorio es exagerar triunfos, por temor a darles dimensión exacta y que no sean “suficientes” para mantenerse en un trabajo o en un puesto. Fallar, ser rechazados, errar o fracasar son los distintos nombres que le ponemos cuando las cosas no salieron como pensamos o deseamos. Pero, puedo afirmar que de estas experiencias nadie se escapa y son los alfareros de tu ser.
Lo interrogué sobre percibidas diferencias intergeneracionales al respecto, haciendo énfasis en el tipo de educación y rigidez cuando analizamos la formación de antaño. Coincide conmigo en que existen francos contrastes que nos han llevado al otro extremo, e increpan y confirman –aun sin madurez- ser los dueños de sus vidas, olvidando que la habilidad y pericia ajena es la que templa, acorta caminos y ayuda a cometer menos errores. Diría en conclusión: se hace camino al andar, pero es más ligero con la guía de la experiencia.
¿Qué hacer para conjuntar y amalgamar estos dos extremos, perfectibles? NEGOCIAR. Es esa especie de intercambio en la resolución de un conflicto en donde “yo doy esto y tu das aquello”, tratando de evitar la exclusividad egoísta y egocentrista. Liberémonos de ese pesado lastre de sentirnos solos, que sólo existe fracaso y triunfo, que soy único y decido mi vida, pues eso nos impide vivir y disfrutar de cada cosa que hagamos. Negociemos adonde vayamos y así crecer con mayor rapidez. Evita autodestruirte por una mala experiencia, conviértela en oportunidad, pregunta a los demás donde creen que puedes mejorar, construye caminos, lazos, liderazgos, por una mejor y más sólida salud mental en tiempos difíciles.