Aquí mandan las minorías, sí señor
Ahora mismo, en Oaxaca, las turbas de la CNTE se han apoderado del centro histórico y mantienen ahí, desde hace meses, un horroroso campamento mientras los restauranteros y comerciantes piensan ya en cerrar su negocios e irse a otra parte.
Como bien sabemos, en este país mandan las minorías: cualquier grupo de agitadores, por más insignificante que sea su representación y más ilegítimas sus exigencias, puede paralizar el tráfico de una gran metrópoli o bloquear impunemente aeropuertos, carreteras y centros comerciales.
Ahora mismo, en Oaxaca, las turbas de la CNTE se han apoderado del centro histórico y mantienen ahí, desde hace meses, un horroroso campamento mientras los restauranteros y comerciantes, que tratan de ganarse la vida atendiendo a un turismo en vías de desaparición, piensan ya en cerrar su negocios e irse a otra parte.
Los daños económicos son devastadores. Pero, este perjuicio no parece importarle a nadie lo cual no debiera tampoco sorprendernos siendo que los primerísimos damnificados por las escandalosas prácticas de los “maestros” (hay que usar siempre las comillas para referirse al supuesto oficio de esa gente) de la mentada Sección 22 son, miren ustedes, los niños de México. Y en un país que no protege siquiera a sus infantes, lo más preciado que puede tener cualquier nación (vaya vergüenza histórica, señoras y señores), uno puede esperarse cualquier cosa.
Nos llenamos la boca propugnando la instauración de un verdadero “Estado de derecho” pero, justamente, la actuación denuestra justicia allana el camino para que tengan lugar infracciones y abusos que serían totalmente inamisibles en esas democracias donde el orden público es un principio innegociable. Ah, y los jueces… En Morelos, hay uno que acaba de amparar a unos cavernarios, una docena, que se oponen a la construcción de una carretera necesarísima. Lo dicho, mandan las minorías.