Arabia Saudita y su nuevo Rey: la renovación del conservadurismo

Acaba de fallecer el Rey Abdullah bin Abdulaziz al Saud, el monarca que con mano de hierro gobernó a su país y con mano de seda trató a los de afuera...

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Acaba de fallecer el Rey Abdullah bin Abdulaziz al Saud, el monarca que con mano de hierro gobernó  a su país y con mano de seda trató a los de afuera. Arabia Saudita es el perfecto ejemplo de que el modelo de gobierno que para los Occidentales es idóneo, puede no ser adecuado para un país de Medio Oriente. Arabia Saudita es un conglomerado de regiones con señores feudales a cargo. El propio sistema monárquico saudí es de corte absolutista al mejor estilo inglés antes de la reforma. Un parlamento que aconseja más no obliga al monarca y leyes que no permiten la crítica al soberano son las claves para uno de los países más estables de la más convulsa región del globo. El nuevo Rey, Salman Bin Abdulaziz carga sobre sus hombros la complejidad del enramado social del país que incluye las aspiraciones inmovilistas de los sectores islamistas más radicales y los sueños de muchos saudíes de corte moderno de actualizar su vetusta sociedad que incluso prohíbe que las mujeres manejen, aunque el ataque aéreo a ISIS está a cargo de un escuadrón de puras mujeres, no las dejan manejar autos pero sí F-16. ¿Quién los entiende?...

Por otro lado, está el apoyo que se da por los clérigos reaccionarios a grupos terroristas y las constantes violaciones a los derechos humanos (vistos desde la óptica occidental), como flagelaciones y decapitaciones públicas, estos castigos siempre son impuestos a los mismos que nosotros condenamos a cárcel, aunque estoy convencido que miramos con cierta envidia a los saudíes que se dan el innegable gustazo de ver rodar la cabeza de un violador o de un secuestrador. La monarquía saudí ha sido la clave del orden de la nación y la fórmula perfecta para tener un aliado muy valioso de Occidente. Los aliados del Reino Saudí, por su parte, han sabido tratar con pinzas el tema de las libertades individuales de la población árabe para no hacer tambalearse a la corona que hasta ahora ha sido lo único que ha mantenido a raya a los extremistas y ha hecho de un país en medio del caos, gozar de una estabilidad pasmosa y de un vertiginoso crecimiento económico.

Este crecimiento es, por supuesto, proveniente del petróleo, pero uno de los principales logros del fallecido rey fue el intento de diversificar la economía del país y de integrarlo a un mundo globalizado que les respete su poca afición a la democracia representativa y sus caras cubiertas. La integración de Arabia Saudita a la Organización Mundial del Comercio y a muchas otras de corte occidental, muestran el deseo ferviente del Rey Abdullah de modernizar su país y de darle una imagen de cara lavada en medio de sus problemáticos vecinos como Siria e Irán. El nuevo Rey tiene una gran tarea por delante para calzarse los zapatos de su hermano y darnos la misma impresión de mesura y sabiduría de un Rey que incluso llegó a reunirse amistosamente con el Papa en Roma.

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