Los arcaísmos en el español yucateco (I)

Hay arcaísmos que se extendieron a todas las capas de la sociedad yucateca como xo, fo y uay, antiguas voces castellanas ya olvidadas en España...

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El arcaísmo tiene un valor muy relativo y se ha definido de diversas formas. La RAE lo define como un elemento lingüístico cuya forma o significado, o ambos a la vez, resultan anticuados en relación con un momento determinado. En la Península de Yucatán el concepto de arcaísmo también puede vincularse a las formas envejecidas en el habla cotidiana que se mantienen más o menos en algunas clases sociales entre personas de mayor edad. 

Uno de los principales factores de la supervivencia de arcaísmos, además de la temprana hispanización, es el aislamiento geográfico casi absoluto que la Península vivió durante casi cuatro siglos. Además de Europa, el contacto fue más estrecho con Cuba y el Caribe, de donde nos llegan muchas voces. Es hasta mediados del siglo XX que se vincula con el resto de la repúbica y entra al movimiento general de la cultura nacional. 

En este contexto, el habla popular coloquial fue muy conservadora y se mantuvieron fielmente formas muy regionales como haiga, aviolentar, rempujar, acechar, guindar, beneficiar, embromar, fierro, cabilla, laberinto; así como muchas voces de origen maya, debido al estrecho contacto con esta lengua. Hay arcaísmos que se extendieron a todas las capas de la sociedad yucateca como xo, fo y uay, antiguas voces castellanas ya olvidadas en España, que aquí se mantienen con vigor. 

Aunque hay otros arcaísmos, incluso préstamos de lenguas extranjeras, que sirvieron a un selecto grupo social o cultural de la Mérida de fines del siglo XIX y hasta mediados del XX. Así encontramos palabras como vermut (del francés vermouth) para denominar a la función vespertina en los cines o teatros; o balcony, anglicismo que significa galería o anfiteatro. En los teatros y salas de cine era un piso volado sobre la parte trasera de la luneta. Con la voz carnet se refería al programa musical.

Ambigú (del francés ambigu) era el servicio de viandas que se daba en los bailes, en platos servidos, acompañados de refrescos o cerveza. En ocasiones se hacía pasar a los invitados a un salón preparado para el efecto que recibía también el nombre de ambigú: ambigú del teatro, ambigú del salón de baile. Por extensión, se llamó así a la parte anexa de los palacios municipales donde se vendían cerveza y viandas durante los bailes populares.

Se denominaba frichider (anglicismo de Frigidaire, nombre de una marca) a la nevera o refrigerador. 

Y se le decía bizcotela a las personas finas, de buenos modales.

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