Estos últimos meses hemos visto que las enfermedades emergentes que nos afectan tienen dentro del contexto global de sus manifestaciones molestias e inflamación de las coyunturas. Lo anterior me recuerda, y muy ad hoc a mi especialidad, que el próximo 12 de octubre conmemoramos el Día Mundial del Enfermo Reumático.

Desafortunadamente, poca atención han puesto muchas instituciones académicas y algunos servicios de salud a las cerca de 200 enfermedades que alteran el sistema músculo-esquelético de los adultos y las 150,  que potencialmente dejan parcial o totalmente inválidos a los niños. Sobre su impacto económico, social y psicológico poco se habla, y obviamente mucho menos de los costos directos e indirectos que erosionan el bolsillo de cualquier doliente, ante la falta de insumos suficientes y efectivos en algunas instancias del sector salud. ¡Revise los cuadros básicos y me dará la razón!

Sinnúmero de obstáculos tienen que salvar quienes padecen de artritis reumatoide, lupus eritematoso y osteoatritis, por tan solo citar. Desde la mala prescripción con efectos secundarios de los desinflamatorios y/o esteroides hasta las modernas torres de control, tan frías y desatinadamente estrictas, consecuencia de la notable falta de competencia de quienes toman erráticas decisiones, allende el docto conocimiento del reumatólogo. 

Los recortes en los dineros están enviando de forma imperdonable al cadalso de la invalidez a quienes osan por nacimiento portar genes de la artritis. Yucatán, querido coterráneo, al día de hoy ocupa el primer lugar mundial del reumatismo deformante más temido, que flagela a la mujer en edad reproductiva y productiva, lacerando desde sus cimientos al pilar más sólido de una sociedad. Cuántas ausencias laborales, a juntas de padres de familia y paseos dominicales erosionan la estabilidad de tu familia.

El Colegio Mexicano de Reumatología, A.C., con sus 700 especialistas, ha tocado puertas tanto de universidades como del sector salud. Pretextos han sobrado para no incluir en su currícula la materia, ni ampliar los insumos necesarios para acotar las secuelas que condicionan los “reumatismos”. 

La balanza aún no está equilibrada y hay a quienes “les viene el saco” de mi comentario. Tenemos la esperanza de que, cuando algún familiar de alto jerarca sea alcanzado por patología reumática, se dignen a incrementar recursos que beneficien a muchos mexicanos que se han salvado de la silla de ruedas, a la cual por ceguera confinan a muchos los directamente responsables del diseño de políticas públicas en salud.