Atentado contra la identidad

La fragmentación en dos tramos de la ciclovía de la Zona Hotelera es un atentado a la identidad de Cancún. Más allá, incluso, de que los responsables hayan ignorado normas...

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La fragmentación en dos tramos de la ciclovía de la Zona Hotelera es un atentado a la identidad de Cancún. Más allá, incluso, de que los responsables hayan ignorado normas, reglas o leyes en perjuicio de un patrimonio bien valorado, es un acto inadmisible para los cancunenses, quienes ven una clara violación a un símbolo que brinda pertenencia.

El cuento está así: En los kilómetros 2.5 y 3.5 del bulevar Kukulcán, donde se ubican Villa Pescadores y Hotel Temptation Cancún Resort, la ciclopista ha sido destrozada con el objetivo de una aparente remodelación, lo cual provocó reclamos de los ciudadanos que utilizan el tramo para ejercitarse. Lo peor es que los supuestos culpables no tendrían los permisos correspondientes.

¿De quién o quiénes se trata? La versión más firme, investigada por Novedades de Quintana Roo, es que el empresario Ricardo Antonio Vega Serrador (propietario de las estaciones despachadoras de gasolina denominadas “La Gas”) ordenó el reacomodo de la traza porque ésta dificultaba las faenas en un espacio comprado a Fonatur y que sería destinado para albergar locales comerciales.

Tras hacer públicas las fotografías del daño, principalmente en redes sociales, un grupo de habitantes se tomó el sitio para protestar contra el proyecto que indudablemente afecta un entorno destinado al esparcimiento y la recreación. Las imágenes se volvieron “virales” y las quejas se multiplicaron al instante.

Estas manifestaciones ocurren en un momento ríspido del país, cuando abunda el “ya basta”. Por supuesto, nada tiene que ver con bloqueos carreteros ni saqueos, sino con un ánimo alebrestado contra todo tipo de abusos. Es decir, un contexto propicio para no callar lo que antes se minimizaba o dejaba pasar.

Algunos servidores públicos reaccionaron de inmediato en favor de la comunidad, comprometiéndose a investigar el motivo. Así fue que los detalles cobraron relevancia, sobre todo el hecho de que se trata de un particular, aparentemente sin las autorizaciones debidas, y que, por ser empresario del mencionado rubro, la protesta cobra un sentido especial por aquello del “gasolinazo”.

Y aunque tuviera todo en orden no le ampararía la razón. La ciclopista, cabe insistir, es un ícono urbanístico de un Cancún en constante transformación, cuya población más arraigada ha promovido la consolidación de su identidad; para muchos, basada en lo diverso y no precisamente en lo homogéneo, como es lo común en otras ciudades. 

Visto así, sobran las motivaciones para pretender la suspensión de los trabajos y, por ende, el castigo contra quien o quienes resulten responsables de un acto que sigue provocando el enojo de los cancunenses por tal desfachatez.

En su cuenta de Facebook, Tiziana Roma Barrera, reconocida cronista del municipio y quien encabezó uno de los plantones, enfatizaba que se dieron varias trasgresiones; la más grave, contra el patrimonio cultural de los cancunenses, e incluso de turistas, porque se ha convertido en un atractivo más.

Analizado en profundidad, es un arrebato de un espacio público, una actitud rebelde contra la política de una administración municipal que procura el rescate de zonas abandonadas y, claro está, contra los otros dos niveles de gobierno, que “garantizan” tanto la inversión ordenada, como la seguridad.

Puede ser un parteaguas para corregir, porque en Cancún hay camellones invadidos, calles desviadas por condóminos, andadores convertidos en basureros, parques que parecen estacionamientos y otras tantas aberraciones sin sanción.

Desorbitado

No es oportunismo. Los mismos que se manifiestan hoy en la ciclovía han protestado por la tala de árboles en la Tulum, la pinta de rocas frente al Palacio, las rayas en paredes del primer cuadro o la primera metamorfosis de El Crucero. Intentan desacreditar a un grupo fuerte y con inquebrantable identidad.

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