¡Atracapulco!

Después del ataque sexual, vinieron las denuncias y todo el trámite burocrático con las autoridades ministeriales.

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Hay de “violines” a violines. Y no son, precisamente, los famosos “Stradivarius” que se subastan en millones de dólares. No, para nada. Este caso trata, exclusivamente, de los bandoleros y violadores de las seis turistas españolas, vejadas en un complejo turístico de Acapulco, en el ya, para nada, apacible estado de Guerrero.

La historia ya es conocida ampliamente por medio de las noticias, nacionales e internacionales. Una banda de cinco imbéciles, encapuchados y armados, irrumpió en una casita de descanso, maniató a otros seis machines españoles, y procedió a abusar sexualmente de seis majitas. Una mexicana que andaba con ellos salvó el pellejo sólo por el hecho de ser, precisamente, mexicana.

Después del ataque sexual, vinieron las denuncias y todo el trámite burocrático con las autoridades ministeriales de Acapulco. Pero lo más indignante, con excepción de la violación, fue la deplorable actuación del alcalde acapulqueño, Luis Walton.

Este concejalito, de la extracción política que se quiera (en Guerrero, priistas, perredistas, panistas y “morenistas” en conformación, valen lo mismo: para nada y para una chin…), se aventó una chulada de declaraciones: “Eso puede suceder en cualquier parte del mundo”.

Sí, correcto, “puede suceder en cualquier parte del mundo”, pero ahora la sede fue Acapulco, el emblemático sitio turístico mundial mexicano donde un lote de personalidades suelen venir a tostar sus traseros desde hace muchos años. No hay justificación alguna para las palabrejas de Walton, aunque después se disculpó y sostuvo que se investigará el caso para detener a los culpables.

Uyyy, eso sí estará muy difícil. Lo más seguro es que los delincuentes, obsesionados con “Doña Manuelita”, ya están en lo más alto de las montañas de la llamada Costa Chica de Guerrero, bien armados y haciendo de las suyas. ¿Las autoridades se van a meter a la selva para detenerlos? ¡Jamás! No sea que los oficiales salgan caminando como si hubieran montado a caballo, sin bajarse, varios días.

PRIMERA CAÍDA.- De entrada, en Acapulco ya nadie sabe qué onda. Hay encapuchados que suelen llamarse guerrilleros y que se defienden del mal gobierno; también existen enmascarados que se atribuyen funciones de policías comunitarios y que evitan perder sus tierras. Y también están los famosos narcos o Zetas que irrumpen a tiros por donde se les pega la gana. Obviamente, las matazones están a la orden del día.

SEGUNDA CAÍDA.- El problema consiste en identificar qué clase de encapuchados atacó sexualmente a las turistas de la Madre Patria. Chance y los Zetas no fueron. De lo contrario, el baño de sangre se hubiera desatado.

TERCERA CAÍDA.- Y hay de “violines” a violines. Por ejemplo, Luis Walton se la voló en la parte de la dignidad humana cuando sacó sus deplorables declaraciones. Entonces, ¿quién es más “violín”? ¿Los encapuchados o el propio alcalde con su lengua viperina?

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