Aves agoreras

El manipulador es un parásito inconforme consigo mismo y con su vida. Piensa que al atacar a los demás desvía la atención de su ineficiencia.

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No he venido a este mundo a cumplir tus expectativas, ni tú, las mías. Yo soy yo y tú eres tú.- Fritz Perls, piscoanalista              

Descalificar y criticar a los demás es un veneno efectivo para la autoestima del prójimo. La persona criticona siempre encuentra algo que está mal. Sólo ella “sí sabe cómo deben hacerse las cosas” provocando sentir a los demás incompetentes, tontos, inútiles e inseguros. 

Estos personajes no hacen NADA porque se la pasan observando qué y cómo actúan los demás para descalificarlos. Son altamente tóxicos. Encuentran placer en ofender, intimidar y ser mensajer@s de lo negativo. 

Nadie puede hacer nada bien teniendo cerca un criticón. Constantemente hace advertencias y comentarios negativos, nunca de algún logro o acierto. 

Son manipuladores, se creen “salvadores”, pero disfrutan minimizando y ridiculizando cualquier cosa que alguien haga o diga; su intención es restar seguridad y sembrar dudas en su interlocutor. Buscan ganar poder y control. Realmente, exigen la perfección en los demás por su frustración e incapacidad de hacer las cosas por sí mism@s.

El manipulador es un parásito inconforme consigo mismo y con su vida. Piensa que al atacar a los demás desvía la atención de su ineficiencia. 

La crítica tiene dos propósitos opuestos: uno es constructivo, si se usa con respeto y tacto para mejorar, y el otro es destructivo, si rebaja y desprestigia.

La firmeza al decir claramente: “Yo hago precisamente lo que creo y lo que me parece que está bien y no tiene que coincidir con tus maneras de ver y hacer tus cosas” da muy buen resultado para poner límites al metiche criticón. Así puede ser que entienda y deje de interferir en decisiones que no le competen. Al fin y al cabo cada quien es responsable de sus aciertos y sus errores.

La confrontación inteligente también es muy útil para alejar a los criticones; es decir, “darle a beber de su propio chocolate” por ej., repitiendo sus molestas advertencias cuando el/ella va a emprender algo. Y, si ni así modera sus críticas malsanas, sopesemos pérdida–ganancia en esa relación; si es más la pérdida, pues… dejemos a un lado esa relación tóxica.   

¡Ánimo! Hay que aprender a vivir.

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