Becas
Jurados y premiados tienen cooptado el sistema de becas. Esa es la trampa.
Las redes sociales no tienen la verdad de nada pero son un reflejo de lo que piensa -bien y mal- la gente. Jacobo Zabludovsky, amado y odiado, aun muerto. El deceso de Gustavo Sainz, la nostalgia acrítica de una generación. Las becas del gobierno a los artistas y escritores, la polémica. Twitter y Facebook brindan el debate que no alcanzamos a ver –descarnadamente- en medios tradicionales.
He escrito mucho sobre las becas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca). Nadie puede decir que ganarla lo prestigia. Brinda apoyo económico, sí. Ayuda a pagar la renta o viajar, según necesidades y solvencia personal. Prestigio, ninguno. Las instituciones culturales -no solo el Fonca- han perdido el riel de los caminos de creación. Deslumbrados del éxito mundial de Gabriel Orozco, no ven la enorme trayectoria –superior-, de un artista como Carlos Aguirre, mostrando su obra en retrospectiva en el Museo de Arte Moderno (MAM).
Un éxito no es la luz del arte. Es suerte y pericia para encontrar eco al trabajo creativo o comercial. Es el lugar en el que te encuentras. Un carácter puede ayudar mucho. Rulfo no lo tuvo y es el principal escritor en prosa del siglo XX mexicano. Su trascendencia nadie la discute. No pueden crecer rulfitos con una beca del gobierno al que muchos dicen despreciar y toman el dinero argumentando que “es de nuestros impuestos” o “están obligados a apoyar a los artistas”. Cómoda posición.
Lo que sorprende de las becas últimas son los nombres -no obras-, de muchos de los agraciados. Nombres que han sostenido una vida artística en 40 años y hasta ahora -hay excepciones, claro-, no han podido permanecer en el inconsciente colectivo de los mexicanos aunque tengan medios para escribir, relación con el poder, sean de familias aristócratas o ricas, o sean familiares de quienes deciden becar. O pobres a los que, por lástima, premian ante el apremio.
Cualquiera puede ver la lista y aseguro que encontrarán sus apellidos.
Es una vergüenza. Ninguno de ellos tiene Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro, o compone como Silvestre Revueltas o pinta como Orozco, una figura que se agiganta -a pesar de la sombra de Rivera y su fama unida a la de Frida Kahlo-. No es que no haya creadores potenciales como ayer, no. Pero unos no están patrocinados por el Fonca. Jurados y premiados tienen cooptado el sistema de becas. Esa es la trampa -y la denuncia-. No lo merece México.