Brillantes mentes infantiles
Ocurrió en clase. Había que leer un libro y Diego escogió un diccionario, el Vox de Secundaria.
Diego, de 13 años, estudiante de secundaria, nació con una afición singular: leer diccionarios. Revisando uno de Larousse encontró una errata, que llevó a esa editorial a premiarle y comprometerse a enmendarla en la reimpresión de sus obras.
Ocurrió en clase. Había que leer un libro y Diego escogió un diccionario, el Vox de Secundaria. Cuando repasaba una por una las palabras, encontró esta definición de la Z: “vigégima novena letra del alfabeto español”. Preguntó qué significaba “vigégima” y su mentor le aconsejó recurrir al glosario. No encontró su definición. Su maestro le alentó a escribir una carta, informando el hecho a la editorial.
Para sorpresa de todos, en nombre de los lexicógrafos que elaboran sus prestigiados diccionarios, la editorial contestó al niño con otra carta de agradecimiento infinito por descubrir el error. Además, premió la iniciativa y constancia del niño en la lectura de su obra. Le regaló sus nuevos manuales de ortografía y gramática para estudiantes de secundaria.
Diego comenzó a leer diccionarios en la primaria, cuando tenía 10 años. A esa inusual afición en un niño, le dedicaba varias horas a la semana. Siempre en el colegio, porque en su casa apenas había libros; ninguno de ellos diccionarios ni enciclopedias. Él leía una por una las palabras, le fascinaba conocer el significado de cada una.
Como Diego, una pluma infantil escribió al Nido del Kau: “Usted se roba mis pensamientos. Confieso que me duele ver mis ideas publicadas en su columna. Escucharé los aplausos, las críticas, los cumplidos amistosos a usted. Y mientras, a lo lejos, el eco dirá mi nombre”.