De cabezas y cabezones
Estudios revelaron que los mayas peninsulares tienen la cabeza más grande, tanto en longitud como en anchura, que otros nativos medidos en la misma región.
Estudios antropométricos minuciosos realizados a principios del siglo XX con grupos indígenas de estirpe relativamente pura del sur de México (F. Starr, 1902; G. Williams, 1931; M. Steggerda, 1932) revelaron que los mayas peninsulares tienen la cabeza más grande, tanto en longitud como en anchura, que otros nativos medidos en la misma región.
Los autores coinciden en que en los adultos, el promedio masculino de ancho de la cabeza fue de 153.7 mm y el femenino de 148.8 mm; el índice cefálico hallado fue de 85.40 por ciento para los hombres y 87.00 por ciento para las mujeres.
Las cabezas anchas o braquicéfalas también ocurren en otros grupos mexicanos de la costa del Golfo de México; de Centro y Suramérica, mientras que los mayas tzeltales y tzotziles, estudiados por Starr, resultaron dolicocéfalos (forma oval).
La braquicefalia (cráneo redondeado e índice cefálico superior a 81 por ciento), aunada a la deformación craneal, practicada por los antiguos mayas, nos ha valido la fama de cabezones (nojoch pool). Apodos, chistes y bombas yucatecas sobre la cabeza no se hicieron esperar; inclusive se elaboran artesanías de mestizos yucatecos con alpargatas y sombrero (varón) e hipil y rebozo (mujer) representadas con figuras achaparradas, cabezas grandes y redondas y cuellos cortos.
Los apodos cabeza o cabezón, socorridos entre yucatecos, se usan regularmente, y a veces sin ánimo ofensivo; como sí lo es “cabeza de lek” para referirse a personas de cabeza grande y redonda. Leek es el nombre maya de una cucurbitácea grande y redondeada: “No te viene el sombrero, tienes cabeza de lek”.
Otra expresión usada injuriosamente como apodo es ts’ol, se dice de una persona de cabeza redonda y semi-aplastada. Ts’óol es una cucurbitácea comestible, de color verde, chata, en forma de cabeza humana. Similarmente se emplea el hibridismo pol-banqueta, de pool (cabeza) y banqueta (mesa de cocina baja, redonda y gruesa, de tres pies) para aludir a ciertas cabezas en las que los tres diámetros (vertical, anteroposterior y transversal) son casi iguales entre sí y el cráneo parece implantado o zampado directamente entre los hombros.
Inversamente se usa cabeza de ts’iw (tordo rojo) como apodo para las personas microcéfalas.
Chiste: “Era un yucateco tan cabezón, pero tan cabezón, que tenía dos piojos que no se conocían”. Bomba anónima: Dices que soy cabezón/ y es muy grande tu franqueza/ si así tengo la cabeza/ cómo tendré… el corazón.
Una creencia popular es que la cabeza del infante queda redonda por el uso frecuente de la hamaca y que, por el contrario, la cuna se la alarga.