Calderón, presidente de cinco días
La segunda vuelta electoral es un método instituido por primera vez en 1852 en el segundo imperio de Napoleón III, es decir, hace 160 años. Es este derecho electoral una posibilidad adoptada después por muchos países para legitimar a un gobernante o diputados que no hayan tenido mayoría absoluta en la primera votación, y por tanto acceden a una segunda oportunidad únicamente los dos candidatos con más sufragios.
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En Brasil, por ejemplo, la segunda vuelta se instituyó en 1988; en Chile, en 1989; en Colombia, en 1991; en Ecuador, en 1979, se derogó y luego volvió a adoptarse en 1998; en El Salvador, en 1983; en Guatemala, en 1985; en Perú, en 1979; en República Dominicana, en 1996; en Uruguay, en 1996; en Nicaragua, en 1987, y en Costa Rica, en 1949. Es decir, en América Latina, en este proceso relativamente nuevo, México se ha quedado a la zaga, como en otros rubros como el educativo.
En su agenda de retirada, Felipe Calderón a trompicones intenta meter en la discusión pública, asuntos que ni de soslayo tocó durante su sufrido mandato, como ha sido la reforma laboral de último momento, asunto que sí pretendió colocar antes en el Congreso, pero que su nula sensibilidad negociadora obstruyó y que gracias a un decreto, también de última hora –la iniciativa preferente– coló en el último bimestre de su sexenio.
En esta polémica reforma laboral es evidente que Calderón quería dejar “embarcado” a su sucesor, con la intención de confrontarlo con los dos poderosos sindicatos: el magisterial y el petrolero.
No obstante, la burocracia dirigida y el colmillo de Elba y Romero Deschamps hicieron que aun aprobando la transparencia y la democracia al interior de las organizaciones gremiales, ellos obtuvieran una renovación de su patente de corso ampliada ahora a seis años.
De pronto, también en esta “batida en retirada”, Felipe Calderón intenta distraer al “público conocedor” con la presunta iniciativa, que por supuesto no cuajó, de cambiar el nombre de nuestro país –Estados Unidos Mexicanos– por simplemente México. Discusión chabacana que por fortuna no tuvo eco ni en las aún misteriosas redes sociales.
Toda esta precipitación de FCH se da en el marco de la revisión –se entiende exhaustiva– que el equipo de transición de Enrique Peña Nieto está haciendo a esta agonizante administración y que por lo visto está saliendo con saldos negativos, mismos que intentan corregir antes de entregar las llaves de las oficinas. Tal es el caso del batidero que “se acaba de descubrir” en materia de aviación en la Procuraduría General de la República, donde incluso han tenido que salir estrepitosamente funcionarios del más alto nivel como el director de la Seido, entre otros.
Ahora el presidente Felipe Calderón en su desesperada huida nos siembra el asunto de la segunda vuelta, un procedimiento que hace años vienen sugiriendo un sinnúmero de analistas, pero que parece a los políticos el tema no les es cómodo y siempre lo han evadido. De hecho, FCH ya había planteado una reforma política donde bosquejaba, entre otras cosas, el plebiscito y la consulta pública sin ahondar más allá, pero su falta de tacto hizo que los diputados, incluidos algunos de su propio partido, desecharan tal iniciativa.
A escasos dos o tres días de su partida, el aún presidente del Partido Acción Nacional ha diseñado e improvisado más reformas que en todos los años de su mandato, aunque en esta ocasión, con la segunda vuelta va a “quemar” ese formato, que bien valía una verdadera discusión pública y que debió plantear al menos a mediados de su gobierno.
Ahora le agenda la iniciativa a Peña Nieto y éste deberá, en todo caso, replantear el asunto luego de que tome posesión o igual lo manda al archivo muerto del olvido.Calderón pasará a la historia como el presidente del último momento.