Caminar en tierra firme

Al vivir la experiencia de amar y ser amados, tal como somos, se despiertan en nosotros los mejores sentimientos...

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Es una perfección altísima y divina, el poder disfrutar realmente del propio ser. Aspiramos a otra suerte porque no sabemos aprovechar la nuestra. No reconocemos lo que hay en nosotros. Por más que nos subamos sobre zancos, tenemos que caminar con nuestras piernas en tierra firme.- Michel de Montaigne, filósofo (1533-1592)

Cuando perdemos la relación con nosotros mismos no podemos entablar una relación real con los demás ni con Dios. Sentimos que nos falta “algo” y muchas veces buscamos en el lugar equivocado lo que nos falta, creyendo que alcanzando posiciones sociales, profesionales o financieras más elevadas y notorias llenaremos ese vacío que se va haciendo más intenso y doloroso conforme nos elevamos porque el aire de la confianza se enrarece cada vez más y nuestras relaciones se vuelven más superficiales y convenencieras. 

El vacío interior se llena “haciendo tierra” continuamente; esto es, estando en relación con la realidad para entrar en contacto con nuestras fuerzas vitales; sentimos nuestras raíces y las dirigimos hacia donde reciben alimento. “Hacer tierra” significa estar conscientes de nuestra humanidad que conlleva finitud, falibilidad, limitaciones y vulnerabilidad. Bajarse del pedestal en el que estamos al exagerar el “yo ideal” y volver a las tierras bajas del “yo real” no es tan fácil; sin embargo, ahí está el fundamento sobre el que podemos construir nuestro hogar vital y las relaciones verdaderas que suplen las necesidades, absolutamente indispensables, de: cercanía, contacto, sexualidad, amor, diversión, asombro y éxtasis. Estas experiencias nos conectan con la vida y son el abono que la fertiliza diariamente.

Empezamos a ser más humildes. En latín, humildad se dice “humilitas”; ambos términos contienen la palabra “humus” (TIERRA), donde está mi lugar. Vivimos más content@s y felices entre los otros seres humanos. Entablamos relaciones auténticas y profundas con las personas, percibiendo su cercanía y su amor porque estamos en un mismo nivel.  Podemos tocarlas, olerlas, contemplarlas, sentirlas y, también, podemos permitir que ellas accedan a nuestro interior. La distancia queda superada. 

Al vivir la experiencia de amar y ser amados, tal como somos, se despiertan  en nosotros los mejores sentimientos y eso es estar en la vida. No nos resistamos a caminar en tierra firme, “haciendo tierra”, oliendo a tierra; es la oportunidad de llenar el anhelo profundísimo de vibrar en plenitud como ser humano integrado, ni mejor ni más valioso que las personas que nos rodean. 

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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