Cantante: Rosa María Alam

Por iniciativa del maestro Luis Pérez Sabido, se le hará un homenaje en el teatro Peón Contreras, el lunes 5

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Rosa María Alam fue cantante, y de las buenas. En su época se codeó con lo más granado de la música nacional e internacional en español. Lo miso cantó acompañada de Rafael, el Jibarito, Hernández que de Mario Ruiz Armengol o que alternó con Jorge Negrete. Eso por señalar algo de lo más destacado que hizo esta yucateca.

A Rosa María Alam,  por iniciativa del maestro Luis Pérez Sabido, se le hará un homenaje en el teatro Peón Contreras, el lunes 5 a partir de las 9:00 de la noche.

El oficio que eligió Rosa María Alam, el de cantante, me da pie, primero para sumarme al homenaje y luego a contarle a usted el origen de la palabra, sus acepciones, sus sinónimos y algunas otras formas de decirles a los artistas que usan la voz para expresarse.

Canere, que tiene su supino en cantum, es el verbo latino del cual se originan casi todas  las expresiones que se refieren a usar la voz para emitir sonidos armoniosos (no necesariamente mediante palabras). Canos se dice en griego, pero en sus remotos genes está el protoitálico kane.

De cantar provienen, además de cantante, cantador, cantadora (términos ya en desuso) –también cantaor y cantaora, que son los que interpretan el flamenco–, cancionista, cantinelista (el que da sus poemas para ser musicalizados, por ejemplo en la trova yucateca José Peón Conteras, José Esquivel Pren, Ricardo, el Vate, López Méndez, Luisa Rosado Vega y el propio Pérez Sabido, citados sin gana de ser exhaustivo), cancionero (el que interpreta canciones y el libro que las recopila), cantor, canoro y canora (para designar a los pájaros de dulces trinos).

Otras formas de llamar a los cantantes son: rapsoda, aeda, coplero, coplista, intérprete, vocalista, juglar, cada una con sus respectivas acepciones. 

Rapsoda, por ejemplo, en la Grecia clásica, era recitador, poeta, cantor popular que iba de pueblo en pueblo recitando fragmentos de poemas heroicos. Aeda o aedo era, también en la Grecia antigua, poeta y cantor épico que solía acompañarse de un instrumento de cuerdas (una lira).

En Mérida, a quienes se dedican al noble oficio de cantar acompañados de guitarra, tololoche y requinto, se les llama trovadores y a su grupo, generalmente tríos. Y de éstos los hay y los hubo legendarios. Uno de esos especímenes, afortunadamente todavía vivito y tocando, es Gregorio, Goyo, Brito, a quien usted puede encontrar todas las noches –siempre que no haga mucho frío o llueva–, en la Plaza Grande, frente a Catedral, dispuesto a ir a cantar al amor donde quiera que se encuentre.

Copleros o coplistas lo son, legendarios, muchos veracruzanos, repentistas de abolengo, como también lo son nuestros Pérez Sabido y el difunto licenciado Jorge Peniche Peniche, herederos de una tradición que se alarga en los siglos en Europa y también en nuestra América indígena (en la región maya los chikes famosos que les decían sus verdades a los poderosos).

Cantar es sinónimo de profetizar quizá porque muchas veces quienes auguran las cosas que están delante en el tiempo lo hacen o lo hacían mediante el canto. Asimismo, es sinónimo de declarar, sobre todo si le sacan a uno las declaraciones a la fuerza, mediante un toque eléctrico en salva sea la parte o un conveniente tehuacanazo en las narices u otras formas de tortura de las que,  afortunadamente, no se conocen expresiones en Yucatán, porque aquí las policías de doña Celia y don Luis Felipe tienen métodos científicos de hacerlo cantar a uno hasta ópera.

Rosa María Alam era –decíamos arriba– cantante de las buenas y cantaba bien y bonito sin tehuacanazos ni toques eléctricos. Su larga trayectoria ha sido sintetizada por el maestro Pérez Sabido en cinco artículos que publicó en estas páginas.

Yo desde estas líneas nomás quiero invitarle a que vaya el lunes 5 al Peón Contreras, donde oirá, a más de la voz de la paisana (o baisana) en interpretaciones originales rescatadas por Pedro Carlos Herrera y Paúl Rodríguez, a nuestras consagradas divas: doña Judit Pérez Romero, Ligia Cámara, Maru Boeta y Maricarmen Pérez, acompañadas al piano del maestro Pedro Carlos Herrera.

A la salida y por única ocasión podrá comprar por cien pesos un disco con 15 canciones de Rosa María. Un banquetazo.

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