Caperucita amaba al Lobo
En ese momento, así tan enamorada como estaba, Caperucita pidió un único deseo a la estrella más infinita.
Y con los dedos temblorosos, Caperucita Roja acarició el lomo del Lobo mientras éste dormía tranquilamente, y con cuidado de no despertarlo, susurró: -Oye Lobo, eres el amor de mis amores, no sé qué haré el día que me faltes, el día que me quieras faltar, ojalá encuentres un vacío sin mis celos y necedad.
La joven se quedó un rato en silencio, mirando la puesta de sol entre las ramas que los cubrían y continuó: -Lobo, te amo con todo el corazón, te amo como nadie nunca y como nunca jamás había amado; contigo se quedan mis palabras y contigo me quedo yo, porque sólo contigo sé tener la dosis perfecta de mí misma.
El Lobo volteó a verla divertido, mirándola con esos ojos grandes y expresivos, y sonrió, con esa sonrisa suya tan perfecta y tan perversa, dejando que ella se acurrucara más cerca de él.
En ese momento, así tan enamorada como estaba, Caperucita pidió un único deseo a la estrella más infinita:
Volver a coincidir con el Lobo en la vida, y en todas las eternidades.
Sonrió y miró al cielo, recostada al lado del Lobo, jugando con la hojarasca que les caía encima.