Casarse, una opción

Cuando elegimos al compañer@, dejamos que sean nuestras emociones y no los hechos los que nos guíen.

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El matrimonio es una vocación divina.-  San Josemaría Escrivá De Balaguer

El matrimonio es, probablemente, el mayor desafío que se enfrenta en la vida. Se necesita usar la inteligencia para cuidar y atender este estado de vida elegido ¡ojalá! conscientemente. Podemos creer que va a ser algo divertido y si es así, habrá frustración, sin embargo, gratificante, sí lo es. A veces se piensa que el “matrimonio” es lo que “sigue” en cierto momento de la vida y muchos se deciden porque no consideran otro camino. El matrimonio es una opción y no una necesidad inevitable. 

Cuando no funciona, la queja común es: ¡somos tan diferentes!, sin darnos cuenta cabal que,  todos lo somos. La cuestión es, ¿estoy comprometid@ en nuestra relación?, si es así, es probable que seguiremos intentándolo cuando las desavenencias se presentan, hasta que la situación mejore. La esperanza se basa en que sí aprendamos a modificarnos, ya que estamos en continuo crecimiento. El reto es seguir reajustando la dinámica de vivir juntos y empeñarnos en la construcción del “hogar”. 

Una causa de la infelicidad en el matrimonio se debe a las expectativas que cada persona tiene al respecto. Cada quien ha ido formando ideas de lo que “debe” ser vivir juntos y nos perdemos, sin fijarnos en las diferencias y dinámicas de nuestra única e irrepetible realidad como pareja.

Cuando elegimos al compañer@, dejamos que sean nuestras emociones y no los hechos los que nos guíen. No tomamos una decisión reflexionada. La mayoría de las personas no  considera las razones reales suficientes para decir: “Sí me comprometo a formar un hogar con él, con ella” y trabajar inteligentemente para que esto sea. 

Muchos comenzamos el matrimonio con un “contrato” no hablado y asumimos que el cónyuge tiene el mismo contrato en mente. Ejemplo: 1) Estoy de acuerdo en concederte todo poder en mi vida. 2) Renunció al derecho de hacerme feliz, sé que ahora tú lo harás por mí. 3) Satisfarás todas mis necesidades y yo las tuyas. 4) Responsabilidad mutua;  si te enojas yo también; me sentiré triste cuando tú estés triste. No debes ser feliz a menos que yo lo sea. 

En estas creencias hay una renuncia a la responsabilidad individual y no es así. No funciona. Estoy segura que nadie aceptaría un “contrato de matrimonio” así. Es vital reflexionar al respecto antes, y durante el matrimonio. La responsabilidad es personal. Sólo entonces, el matrimonio perdurará y será fuente de realización, amor, bienestar y gratificación.

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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