Los bienes culturales para muchos son algo decorativo y para otros algo transformador, el valor lo adquieren según el cristal y el corazón con que se miren.  

Coincido con aquellos que creen que esos bienes deben ser parte de la canasta básica, porque las artes no sólo te muestran belleza, sino realidades vistas por sus autores, te sensibilizan y te invitan a dialogar con la creación: queriéndola, odiándola, analizándola, no te dejan indiferente y así  la vida te muestra todos sus lados los estéticos y putrefactos para no dejarte indiferente. 

El trabajo de promoción tiene que ver con todos y las autoridades como entidades con todos los recursos para lograr un impacto social, pero lo olvidan en los caminos de la política y otros “intereses”.

“Resulta insólito descubrir a un presidente, a un secretario de Estado, a un gobernador o a un líder parlamentario en la butaca de una sala de conciertos, asistiendo gozosos a una función (...) de no ser para cortar el listón inaugural y recorrer luego precipitadamente los salones (...). 

Por eso es lógico entender que no se haga lo necesario para promoverla. Habría que encontrar el modo de convertir la cultura en un artículo de primera necesidad”: Vicente Leñero (q.e.p.d.), frases pronunciadas al recibir el Premio Nacional de Letras Sinaloa 2009 y publicadas en Milenio Diario.