Cerrar el año

Me gustan los finales de año, en general me gustan los finales porque abren la posibilidad de empezar de nuevo...

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Me gusta creer que la vida no es sólo una sucesión de días con las mismas horas que sólo mantienen rutinas infinitas. Quiero pensar que las experiencias vividas, buenas, malas o regulares, llegan a nosotros para enseñarnos otro tipo de asignaturas (imposibles de aprender en la escuela). 2016 es un año que nos cimbró profundamente; insustituibles artistas yucatecos nos dijeron adiós. Bajaron el telón, escribieron su último poema o entonaron su última canción. Siempre he creído que los que mueren nos dejan el compromiso de aferrarnos a la vida con todas nuestras fuerzas.  Nos harán falta, no sólo en la vida y en el cariño: nos harán falta en nuestro panorama cultural. ¿Quién podrá ser un Quijote tan espléndido como Francisco Sobero “Tanicho”? ¿Quién extenderá su sonrisa generosa a la par de su letra finita como Beatriz Rodríguez? ¿Quién llenará el escenario de vida y música como doña Judith Pérez Romero? Nadie como ellos. En la noche oscura en la que se conciben estas letras, su sola mención ilumina cualquier espacio, particularmente el espacio de la memoria. Sé que la obra de “Tanicho” es valiosamente custodiada por Iván Rubio. Su teatro mantiene sus puertas abiertas y los teatristas somos siempre bien recibidos. Tanicho esta ahí, en sus fotografías, en sus anécdotas que nos vuelven a hacer reír. Espero que suceda la mismo con la obra de Beatriz Rodríguez y doña Judith. 

No somos más que memoria y la nuestra será siempre plena si permanece alimentada por la obra de nuestros artistas más representativos. Si de algo soy consciente es del enorme valor de nuestros artistas, tan reconocidos fuera de Mérida y a veces tan poco valorados en ella.  En los últimos tiempos aprendí a no quedarme mirando la ventana cerrada, prefiero abrir una puerta nueva e iniciar caminos nuevos. No pienso en el recuento de los daños, prefiero vivir el recuento de los aprendizajes. Los ciclos que se cierran y los horizontes que  muestran nuevos paisajes. Me gustan los finales de año, en general me gustan los finales porque abren la posibilidad de empezar de nuevo. No hay final cuando la gente muere mientras los recordemos; en cambio la vida sí nos permite cerrar ciclos, marcar finales y abrazar nuestro derecho a decir adiós. Si creemos en los tiempos que marca la vida, un año que finaliza es  buen momento para cerrar y recordar al poeta: “Cerrar es también abrir”.

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