Chetumaleños en estado vegetativo

La garra con la que el chetumaleño defendió su territorio pisoteado, cuando a fines de 1996 estalló el conflicto limítrofe con Campeche...

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La garra con la que el chetumaleño defendió su territorio pisoteado, cuando a fines de 1996 estalló el conflicto limítrofe con Campeche, fue reemplazada por una resignación glacial, como si estuviese en juego una insignificancia. El valor con el que la madre defiende a sus cachorros fue reemplazado por los funerales y las condolencias ante lo que ya damos por perdido.

A fines de aquel 1996 el gobernador chetumaleño Mario Villanueva reaccionó a la defensiva porque su homólogo campechano Jorge Salomón Azar García estaba moviendo las piezas del ajedrez con instinto depredador, culminando el jaque con la creación precipitada del décimo municipio de Calakmul.

Mario Villanueva hizo lo correcto, respaldado por el eficaz Joaquín González Castro, Magistrado Presidente del Tribunal Superior de Justicia, quien coordinó la defensa convocando a los chetumaleños con la información más valiosa y favorable a la causa de Quintana Roo, ya que se estaba consumando un despojo ultrajando la Constitución de la República y de nuestro estado.

González Castro detectó las deficiencias de jardín de niños con las que el equipo de Salomón Azar cocinó al municipio de Calakmul como tamales al vapor, ya que sus coordenadas extremas besaban El Tíbet. El optimismo estaba fundamentado y respaldado por cientos de chetumaleños que se involucraron activamente en la defensa de su estado.

Carlos Cardín Pérez era Presidente de la Gran Comisión del Congreso y aliado de Mario Villanueva, como Joaquín González Castro. Ese bloque presentó en 1997 la demanda de controversia constitucional ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cuyos Magistrados torearon el asunto por años y lo dejaron morir de inanición, dejándolo en manos del Senado de la República y recibiéndolo de vuelta, pero sin involucrarse de lleno.

Claro que había un proyecto de sentencia favorable a Quintana Roo, pero el gobernador chetumaleño  Joaquín Hendricks con visión cegada por la envidia comprendió que todo el mérito del triunfo correspondía a su incómodo antecesor Mario Villanueva, perseguido primero por el presidente Ernesto Zedillo y enviado al calabozo por su sucesor panista Vicente Fox.

José Irabién Medina y José Luis Pech Várguez, quienes ocuparon la Secretaría de Gobierno en el insípido sexenio de Joaquín Hendricks, tuvieron acceso a la visión gubernamental de esos años que nos hizo perder una cómoda ventaja para preservar los 4 mil 800 kilómetros cuadrados que tiene en su poder Campeche, y cuyo control afianza la entidad vecina sin resistencia.

Si bien todos los quintanarroenses debemos involucrarnos en esta defensa, la primera línea de fuego se ubica en el municipio capitalino de Othón P. Blanco, cuyo alcalde Eduardo Espinosa Abuxapqui no hizo la menor mención del tema en su reciente informe. Y el expediente limítrofe debía ser una de las piezas estelares de su mensaje político, sobre todo porque  pretende ser candidato del PRI a la gubernatura.

El chetumaleño Pedro Flota Alcocer es Presidente de las Gran Comisión del Congreso y por su posición está involucrado en el asunto de vida o muerte, ya que ese poder es la madriguera de nuestra Constitución.

Campeche arrebató una franja que deja sin representantes populares a los habitantes de decenas de comunidades quintanarroenses, y este zarpazo impacta en el Poder Legislativo. Otro ingrediente: Pedro Flota quiere ser candidato del PRI a la alcaldía capitalina, y el municipio tiene una extremidad amputada.

El Congreso del Estado tiene una comisión de Defensa de los Límites de Quintana Roo y Asuntos Fronterizos, presidida por la negligente ex alcaldesa panista de Lázaro Cárdenas, Trinidad García Argüelles. Oros chetumaleños y sureños no quieren saber del moribundo, aunque si acaso los justifica su ineptitud.

Otro valioso frente del chetumaleño se ubica en la diputación federal por el segundo distrito, ahora en manos de Arlet Mólgora Glover, muy limitada en este terreno pero que puede apoyarse en asesores.

Por el lado del chetumaleño hay una resignación tremenda, comenzando por las desinflados Frentes y Comités de Defensa que quedaron en manos de veteranos que no involucraron a sangre nueva en la defensa y se dedicaron el territorio a control remoto y con declaraciones de mesa de café.

Todos los chetumaleños están ausentes, permitiendo con su estado vegetativo que Campeche se salga con la suya para apoderarse a la mala de un territorio que nos pertenece y que no nos importa.

Metralla contra José Luis Pech

José Luis Pech Várguez ha sido perfilado como candidato de Morena a la gubernatura por el monarca de ese partido, Andrés Manuel López Obrador. Pero esta distinción ha desatado una oleada de ataques contra quien colaboró como pieza clave en los gobiernos de Miguel Borge Martín y Joaquín Hendricks Díaz, teniendo un desempeño destacado en el equipo de Félix González Canto que lo nombró Secretario de Educación y Rector de la Universidad de Quintana Roo (UQROO).

Los demonios persiguen a José Luis Pech por haber participado en esas administraciones priistas, aunque hay que decir que tiene menos cola que otro aspirante a la candidatura, Julián Ricalde Magaña, ex alcalde de Cancún.

Los de Morena se están comportando como las tribus de caníbales del PRD, partido madre de muchos de los que descalifican implacables a Pech Várguez, quien en 2004 se la jugó abiertamente con el senador Eduardo Ovando Martínez, abandonando el barco para sumarse al equipo de Félix González Canto.

José Luis Pech debe enfrentar a sus demonios para que su imagen no sea manchada más de la cuenta. Porque debe comprender que no está alojado en un monasterio tibetano, sino en un nido de nauyacas.

Guardar silencio y aguantar metralla no es el mejor movimiento de un hombre que también es descalificado por haber nacido en Mérida, sin que tomen en cuenta que todas sus raíces familiares ya están aquí desde hace décadas.

Los de Morena lapidan al ex Rector de la UQROO pero no lanzan nombres de figuras con los tamaños para el relevo, en caso de que Pech sea injustamente descartado. Porque un perfil como el de Julián Ricalde no tiene posibilidades por su nauseabundo pasado en la alcaldía de Cancún.

 El “Janet” no se olvida

El 27 de septiembre de 1955 fue una negra jornada para Chetumal y sus alrededores que quedó marcada a fuego en la memoria y la cultura de los sureños, por la tragedia sin precedentes causada por el impacto del huracán “Janet”.

La inexperta población de la naciente capital de Quintana Roo enfrentó confiada a un monstruo con nombre de mujer que arrasó con todo a su paso, llevándose en el camino la vida de 87 personas, de las cuales 49 eran niños, víctimas inocentes de la ignorancia colectiva y la negligencia del gobierno del Territorio, encabezado por el despreciado Margarito Ramírez Miranda.

El “Janet” destruyó la ciudad casi por completo y de paso se llevó la confianza y alegría de los capitalinos, pero no acabó con la voluntad de un pueblo fuerte que  después de llorar a sus muertos decidió levantarse y reconstruir.

Una lágrima a la memoria de las víctimas.

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