Chewie, we are home

Internet es un semillero de aristócratas desdeñables.

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Internet es un semillero de aristócratas desdeñables. El ansia de fama volátil y el balconeo de historias hasta hace poco personales, dan hoy cabida a las ínfulas de grandeza más descabelladas de los usuarios. 

Decía la baronesa Thatcher que el mundo de hoy pasó de querer “hacer” a simplemente “ser” y gracias a las redes sociales, las palabras de la ex primer ministro británico tienen más de un ejemplo activo, y una corte de “ladies” y “gentlemen” hedonistas que ya quisieran los críticos de las monarquías europeas.

Pero esta corte digital no existiría sin el poder tras el trono: nosotros mismos. ¿Qué hace famosas a las “ladies”? Curiosamente, no son sus actos, sino la cabeza vacía de quien las grabó y de quien comparte sus videos. Sí, puede resultar muy chistoso un rato, pero lo que originalmente se usaba para denunciar injusticias o entuertos, es hoy un título nobiliario en el mundo digital que en lugar de poner las cosas en su lugar, sólo sirve para crear más parásitos de la red de redes.  

Cuando escuchamos “un video se hizo viral”, nuestra mente casi, casi cae en automático en el morbo; queremos saber a quién balconearon haciendo quien sabe qué cosa, y poco a poco, esta expresión pasó de informar a denostar, en detrimento de la función social de las propias redes. Sin embargo, recientemente alguien logró lo impensable: destacar por algo positivo. 

La fuerza de la risa

Candace Payne y la máscara de Chewbacca están más allá del grato momento que hizo pasar a los usuarios de Facebook. Más allá de las 130 millones de reproducciones de su video en un hora. De la mano de la Fuerza, esta señora trajo de vuelta las raíces de las redes sociales: compartir y disfrutar. 

Sin caer en la autocomplacencia de los intelectuales de sillón o las denuncias sin sentido, Payne hizo reír al mundo por las buenas, demostró que la comedia de la vida puede ser simplemente eso, una razón para sonreír sin esperar nada a cambio, un momento de solaz en un escenario tan conflictivo y absurdo como en lo que se han convertido Facebook y Twitter. 

En algunos espacios se pregunta con perplejidad el por qué de su fama. ¿Qué hizo Candace? ¿Cuál es el chiste de todo este show? Dejando fuera el tan mexicano “piensa mal y acertarás”, la cuestión es simple: no tenía mayor objetivo que mostrar un juguete. Simple. No había denuncia ni escándalo, es un sencillo video donde una persona “x” hace “y”… y ya. La fórmula casi perfecta, la que se empleaba en los primeros años de las redes sociales. 

Tan acostumbrados estamos a que internet sea un foro para denunciar hasta a la hormiga que caminó sobre el piso, que olvidamos totalmente que las redes sociales son una comunidad, un espacio para convivir, compartir y disfrutar sin temor a ser ridiculizado o nombrado “lady” o “gentlemen” de la semana. 

Lo que ha sucedido después con Payne, es decir, los regalos y su viralización, podemos decir que era de esperarse. Lo que haga con la fama –aunque efímera-, ya será asunto de ella. Pero, por el momento, su caso es un bienvenido “reboot” a la paranoica realidad de internet: alguien que destacó por las razones correctas. 

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