Claman por un muerto

Todo indica, sin embargo, que a los que están turisteando en el DF lo que más les interesa es otra cosa.

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Entre los usos y costumbres que los activistas de la eufemística Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación suponen en peligro de extinción está el bono de lástima, como ellos mismos le llaman al soborno que reciben cada fin de sus endémicas, impredecibles vacaciones. Y están equivocados: la reforma educativa contra la que protestan desquiciando la Ciudad de México les garantiza todos sus derechos sindicales, prebendas contractuales y mochadas vergonzantes.

En Oaxaca, el gobernador Gabino Cué calcula que suma unos 350 millones de pesos al año el bono de lástima que se reparte a los profes de la sección 22 (de 500 a 2 mil pesitos por cabeza; la inexplicable maiceada se practica desde 2004).

Todo indica, sin embargo, que a los que están turisteando en el DF lo que más les interesa es otra cosa: que se les reprima, pero debe celebrarse que no sea así.

Quieren otro bono, mucho más redituable que el miserable de lástima: un muertito por lo menos, para tener la coartada de justicia de que sigue careciendo su desmadre.

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