Cobarde el que se vaya

Sin cantar victoria, los amigos regios coinciden hoy en que la pesadilla 2008-2011 es un pasado del que mucho se debe aprender.

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En el verano de 2010 tomó fuerza la versión de que “un poderoso grupo de empresarios de Monterrey” daba los últimos toques a un plan maestro para tirar al gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina, quien ni siquiera cumplía un año en el cargo.

Los derrocadores planteaban la necesidad urgente de acabar con la inseguridad que hacía metástasis en Monterrey y su zona conurbada. Proponían una acción restauradora para que los hombres aptos llegaran a hacer las cosas como Dios manda y la Sultana recobrara el esplendor.

Por aquellos días, también, el consulado de Estados Unidos pidió a sus funcionarios que sacaran a sus hijos del lóbrego Nuevo León. En esa intemperie surgió la voz disonante del empresario Lorenzo Zambrano, primero en afirmar, si no me equivoco, que las cosas ya estaban mejorando.

Zambrano tildó de cobardes a los que se fueran: “Qué vergüenza que los que más han recibido de Monterrey son los que huyen al extranjero (…) A los que a la primera dificultad huyen, no los necesitamos”.

La zona metropolitana de Monterrey sufriría aún un horrible 2011, pero, sí, desde mediados de 2012 las cosas mejoraron. Sin cantar victoria, los amigos regios coinciden hoy en que la pesadilla 2008-2011 es un pasado del que mucho se debe aprender.

Escribió ayer Enrique Krauze sobre una conversación que tuvo con Zambrano. El empresario, amable, generoso, culto, le dijo que anhelaba y veía cercano un México en donde los resentimientos se transformaran en trabajo y la cultura del “dame” se transformara en una de qué puedo dar.
Guardo esa frase. Guardo al Zambrano del verano de 2010. 

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