Código roto
La mayoría de la prensa y los noticieros de radio y televisión de Quintana Roo aún no se ha dado cuenta que en su afán por vender un poco más...
La mayoría de la prensa y los noticieros de radio y televisión de Quintana Roo aún no se ha dado cuenta que en su afán por vender un poco más de diarios o lograr un magro rating, por publicar o transmitir hechos que violan preceptos legales, están cometiendo un delito y de paso, rompiendo códigos éticos del periodismo que fingen no conocer, o en el peor de los casos, de los que ignoran su existencia.
En las escuelas y facultades de periodismo y comunicación, antaño se enseñaba el género de nota informativa con la técnica de la pirámide invertida, lo que significa que el periodista debía, además de contestar seis preguntas básicas -quién, cómo, dónde, cuándo, cómo y por qué-, estructurar su información de lo más importante a lo menos trascendente. A manera de rigor periodístico, debía responder con exactitud a las preguntas. Sin embargo, el desarrollo de narrativas innovadoras, como el “nuevo periodismo”, la violencia cada vez más creciente de la delincuencia organizada, y fenómenos como las guerras, pusieron en entredicho la técnica: ¿revelar con pulcra exactitud el “quién” era absolutamente indispensable en la información?
A la crisis de la “pirámide invertida” se sumó una creciente necesidad de las empresas de medios más serias y estructuradas, por crear y preservar códigos éticos en los que principios como la búsqueda de la verdad, sin mordaza, y la regulación del actuar de los periodistas, conformaron los primeros lineamientos para normar el ser y el deber ser de medios y periodistas.
Fue así que se comenzó a renunciar a la publicación de fotografías con contenido explícitamente violento; a la divulgación de imágenes de presuntos culpables, así como de víctimas, en especial de menores de edad y mujeres; a la publicación de información de secuestros en curso; y a la revelación de nombres de presumibles delincuentes.
Pero para desgracia del periodismo, y de esas empresas éticas, una minoría de medios, acostumbrados al escándalo y a la venta de la nota de corte amarillista, no evolucionaron en su comportamiento y por el contrario, lograron con sus contenidos una percepción casi generalizada de los consumidores de información de que los medios carecían de ética y moral. A eso se sumó el comportamiento de sus periodistas que aceptan dádivas de empresarios y funcionarios, como resultado de que sus compañías los tienen en condiciones irregulares de trabajo, sin seguridad social, y con salarios ínfimos. La corrupción permea el medio.
Una defensa a ultranza de los valores éticos y el compromiso en la búsqueda de la verdad, en donde quiera que ésta se encuentre, son antídotos necesarios para combatir la corrupción imperante en los medios de información y comunicación. Y el nuevo sistema de justicia penal acusatorio, en materia de información de seguridad, pondrá el acento en los medios antiéticos, pues veremos que divulgar nombres de presuntos delincuentes, o sus fotografías, son actos constitutivos de delito. ¿Podrán asegurar su supervivencia?