Colombia, la encrucijada de la paz

Colombia es un enorme país centroamericano que desde décadas ha visto su territorio usado...

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Colombia es un enorme país centroamericano que desde décadas ha visto su territorio usado como vil campo de cultivo de drogas y como campo de tiro de las guerrillas de Latinoamérica y de los poderosos que las mueven como peones. El caso de Colombia es el más triste de los ejemplos de la insurgencia latinoamericana que, como nota curiosa, a excepción de Nicaragua, nunca logró nada por la vía de la cacareada lucha armada que tanto impulsó el Che Guevara, sino a través de la negociación que tanto predicaban los no radicales o los moderados. 

En Colombia, esta guerrilla mutó en una atroz organización que con el típico canto de los radicales de izquierda que justifican las barbaries por “el bien del pueblo”, se ha dedicado a sangrar el país a base de narcotráfico, secuestros, asesinatos y extorsiones. Los tentáculos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia han permeado mucho más el tejido social que lo que en su momento más álgido logró el narcotráfico simple.

El domingo, Colombia se encontró en la encrucijada más complicada de los últimos dos mandatos presidenciales; entre seguir con la política aparentemente de mano dura del actual presidente Juan Manuel Santos, que ha optado por negociaciones al amparo de la dictadura de los Castro con las FARC, o un cambio con el enérgico Oscar Iván Zuluaga. 

Este enfoque es el resultado del hastío de la sociedad colombiana de la constante violencia en que se ha visto envuelta y la ineficacia de los gobiernos a lo largo de los años para enfrentarla. Solamente el anterior presidente, Álvaro Uribe, con mano dura e implacable logró llevar la guerrilla a su peor crisis desde su surgimiento, por ello resultó electo el actual presidente Santos, su entonces ministro de defensa, como el anhelo de la sociedad de darle continuidad a la política de Uribe, pero Santos no ha hecho otra cosa que patear el pesebre desde su elección. Su debilidad a la hora de asestar golpes contundentes a la guerrilla es insultante. 

Las recientes alianzas del actual gobierno colombiano con Venezuela o pretender disfrazar una paz agarrada con alfileres desde la cloaca de La Habana es una muestra de la nueva generación de dirigentes latinoamericanos: débiles, demagogos y populistas. Colombia no necesita una paz que signifique el perdón sin sentido a quienes han derramado tanta sangre. Los crímenes no pueden desvanecerse en una niebla de olvido. 

Espero por el bien de los colombianos que la razón prevalezca y elijan al verdadero continuador del Uribismo, que luche porque las FARC desaparezcan de una buena vez y sus líderes pisen la cárcel como merecen.

PS: Magnífica la actuación de nuestra selección hasta ahora, mucho valor y mucho coraje. Que se les mantenga y a echarles muchas ganas, no nos veamos como otros que le dicen a su selección que mejor ni regresen… 

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