El periodismo no es mesiánico

Sobre el tema de Carmen Aristegui hay algo incontrovertible: ni el asalariado está vendido al patrón, ni el patrón está obligado a mantenerlo.

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Al tema Carmen Aristegui y MVS se le han acumulado encima toneladas de dichos, comentarios, censuras, ataques, defensas, denuestos e infundios. Yo sólo voy a decir aquí que mala cosa es cuando el periodista se vuelve –es- noticia. La señora Aristegui, con todo respeto, me parece una mujer mesiánica y dicho esto no en tono de denuesto.

Los hombres –quiero decir hombres y mujeres- siempre hemos necesitado mesías, profetas, augures, líderes, guías o conductores y, a causa de esa necesidad, hemos caído en situaciones como las de Italia con Il Duce, Alemania con Hitler, Cuba con los Castro, México con Porfirio Díaz, Venezuela con Hugo Chávez, Iraq con Sadam Hussein, y así hasta el infinito. Pero también han existido Gandhi y Luther King, entre otros muchos que desde la humildad sacudieron al mundo.

He de confesar, antes de seguir adelante, que yo era radioescucha de la periodista. Casi todas las mañanas la oía a ella y a sus colaboradores, entre quienes había algunos respetables y mesurados y otros de la misma clase de Carmen: tajantes en sus juicios, como si fueran la medida de la verdad y los demás tuvieran que aceptar que ellos fueran sus faros y guías.

Me pasaba igual cuando aún vivía Carlos Monsivais, un intolerante disfrazado a quien no se le podía contradecir porque pobre de aquel osado que lo hiciera (yo sufrí sus invectivas más de una vez).

O cuando me enteraba de que la señora Poniatowska–qué bueno que ya se recuperó gracias al clima de esta ciudad a la que viene a refugiarse- se lanzaba con todo contra uno de los emblemas de Mérida: el Monumento a la Patria y esperaba que le diéramos las gracias por hablar mal de “ese adefesio”.

No voy a meterme en el tema de la relación laboral, en el que creo que el empleador, lo mismo que el empleado, tienen derecho de terminar la relación cuando lo consideren pertinente y por los motivos que sean. Ni el asalariado está vendido al patrón, ni el patrón está obligado a mantener en su plaza a quien ya no le sea útil. Así de cruel y despiadada es la realidad.

Lo único que digo es que de mesías ya tenemos suficiente con El Peje y que en el periodismo no los necesitamos. Hay muchos en México que pueden decir la verdad sin arrogancia y sin sentirse la medida del bien y la moral.

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