Del coleccionismo

Coleccionar va más allá de la acumulación de objetos, pues parte del encanto y el placer de este acto reside en la búsqueda... pero es una enfermedad.

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Ignoro si es un mero pasatiempo para llenar las horas de ocio o para escapar de la cotidianidad. Algunos dicen que es un asunto de acumuladores. Para otros es un estilo de vida e, incluso, su modus vivendi. En ciertos casos, es una adicción que, si no se atiende, puede devenir en un trastorno obsesivo. El coleccionismo es una actividad que se vuelve una parte esencial de quien lo practica.

Sin importar la profesión, experiencia o solvencia económica, el ser propenso a coleccionar encontrará el nicho perfecto para sus intereses y sus gustos. Ya sea que se trate de rocas, conchas, insectos, flores, botellas, etiquetas, estampas o corcholatas, esta afición es tan amplia y disímil como sólo la imaginación lo puede ser; y al mismo tiempo, un asunto de vital seriedad para el propio coleccionista, que, en muchos casos, es un ser incomprendido por los que lo rodean, sin que esto signifique que carezca de las dotes necesarias para ser un individuo adaptado socialmente.

Y es que, visto desde afuera, algunas personas pueden reírse del absurdo que constituye coleccionar objetos -hay quien colecciona parejas o personas-, de índole tan atípica como lo puede ser tener una colección de ligas, envolturas de dulces, llaves, plumas, pedazos de vidrio o retazos de tela. En este asunto nada está escrito, y prácticamente cualquier cosa es susceptible de ser coleccionable, al margen de que tenga algún tipo de valor en el mercado o no.

Esto último resulta fundamental, si bien la cuestión primordial por la cual uno se vuelve un coleccionista empedernido es la pasión por algo que primero comienza por ser un fetiche, y que lenta y paulatinamente se convierte en algo más. Coleccionar va más allá de la acumulación de objetos, pues parte del encanto y el placer de este acto reside en la búsqueda, el rescate, la restauración, la clasificación y el posterior resguardo de ese objeto del deseo. Todas estas son partes ineludibles del coleccionismo y constituyen su médula, como bien lo sabrán los entendidos en estos menesteres.

Como en todo, hay aficiones más lucrativas que otras, ya que un aspecto del coleccionista es convertir su vicio en una adicción cuyo consumo sea autosustentable. Para ello habrá de vender, comprar y revender los objetos menos preciados -a nivel personal- de su colección, sin dejar de lado que el desecho de uno puede ser el tesoro de otro. Aquí también entra un hecho importante en el que quisiera insistir: sabemos que todo en este mundo tiene precio, pero el verdadero coleccionista nunca se deshará de sus objetos más queridos, aunque no necesariamente éstos sean los más valiosos desde el punto de vista económico.

Si usted invierte sus ahorros -o una porción considerable de sus ingresos- en acrecentar su colección le doy mi sentido pésame: ya forma parte del círculo pernicioso de esta enfermedad.

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