Sobre la identidad yucateca (2)

No se puede generalizar a partir de la fisonomía y tampoco por los hábitos culinarios. ¿Qué es lo que define al yucateco?

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Comentaba en mi entrega de la semana pasada sobre lo complejo que es definir los rasgos identitarios que nos caracterizan como yucatecos, como parte de una cultura que se distingue de las del resto del país –en específico del centro y del norte- por numerosas peculiaridades que únicamente se dan en la región sureste del México que habitamos.

Como no se puede generalizar a partir de la fisonomía y tampoco por los hábitos culinarios (no todos comen puerco o son dados a condimentar con chile habanero o cebolla morada), ¿qué es lo que define al yucateco? ¿Será su posición geográfica un tanto aislada del resto de la república? ¿Es acaso el tormentoso clima a caballo entre el calor infernal y la humedad de la selva? ¿Su cercanía a la costa y al Caribe?

En las universidades, al menos desde el punto de vista literario, la literatura yucateca se engloba dentro de las letras caribeñas. Pero, luego entonces, ¿somos caribeños? A pesar de compartir varias costumbres y aspectos climáticos, no considero que lo anterior nos defina, si bien contribuye a entender por qué somos como somos.

De entrada, primero tendría que quedar en claro que probablemente lo “yucateco” no existe como tal, ya que somos producto del sincretismo cultural propiciado por la fusión de elementos culturales y gastronómicos traídos de otras latitudes. Nuestra cercanía con Cuba y, por ende, con su herencia africana, trajo elementos que hoy consideramos propios sin serlo del todo.

Lo mismo ocurrió con la inmigración libanesa y coreana, o con las colonias alemanas y francesas que en distintos momentos históricos ocuparon el espacio peninsular alimentándose entre sí y viceversa. Razón por la cual la comida yucateca es un rico crisol tanto de ingredientes como de modos de preparación de los diversos en alimentos que, para el ojo y el paladar no avezado, fácilmente pueden encasillarse como endémicos, especialmente hacia fuera del Estado.

Sin embargo, dado lo anterior, tampoco se nos podría definir a partir de dichos rasgos gustativos que nos han hecho famosos allende nuestras fronteras. Una vez eliminadas estas consideraciones –aclaro, sin restarles su valor-, poco a poco vamos llegando al meollo del asunto. 

El ser yucateco tiene más que ver con un modo de ser, con un modo de hacer, que con las diferentes aristas que componen su anatomía antropológica. Las respuestas tal vez puedan encontrarse en el terreno de lo social, de lo cotidiano, pues sabemos que la identidad yucateca contemporánea si bien es heredera de su historia, también es producto de otros factores.

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