Como árbol en Otoño

Simplemente se marchó, dejándome atrás, consumida, viendo cómo se alejaba, confundida.

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Me dejó callada. Pensando sin pensar nada. Parada. Con un dolor profundo. Callada. Sin mover un músculo. Me quedé pasmada, como un paisaje a punto de llover, con el alma envejecida y los ojos enrojecidos, con los días apagados y las noches perdidas. Con un nudo en el corazón.

Me quedé como un árbol en Otoño, completamente desnudo y con la vida escapándosele. Me quedé sin él, yo sin él. Contuve el silencio dentro por una o dos horas que me dejó el alma titubeante, como vela queriendo encenderse en Invierno. Me quedé sin aliento mientras mi sombra se evaporaba.

Me quedé sin él, yo sin él. Sin la posibilidad de abrazarlo o de besarlo, sin la posibilidad de regalarle cada noche, sin poder bautizar cada uno de mis “te amo” con su nombre.

Simplemente se marchó, dejándome atrás, consumida, viendo cómo se alejaba, confundida. 

Se fue sin voltear, sin titubear, fuera de mi alcance, sin llegar al adiós, sin su voz, sin su sonrisa.

Me dejó sin él, me quedé sin él, mientras se alejaba y se quedaba sin mí, él sin mí.

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