Cómo los voy a olvidar
Los Angeles Azules celebraron recibiendo el Disco de Diamante por las 300 mil copias vendidas, algo que, me contaron, solo sucedió dos veces en los últimos 10 años: con Vicente Fernández y Thalía.
En una entrevista con Adriana Malvido, el arquitecto Fernando González Gortázar dijo que todo lo que vale la pena comienza con un sueño.
Los Ángeles Azules fueron un grupo popular desde hace tres décadas, pero parecían congelados por las nuevas formas de producción y consumo musical.
A alguien, que ni ellos mismos explican bien quién fue, se le ocurrió relanzar sus éxitos el año pasado con una producción siglo XXI, un toque de transgresión a la cumbia e invitados de lujo: Kinky, Lila Downs, Jay de la Cueva, Ximena Sariñana...
Fue un cañonazo que derivó de inmediato en un segundo episodio, todavía más audaz: el primer disco de cumbia sinfónica.
Hermanados con la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de México, y bajo la batuta de Odilón Chávez (con la participación de Kinky, Jay, Ximena, Denise Gutiérrez…), empataron de maravilla y concretaron un trabajo literalmente histórico.
Ayer lo celebraron recibiendo el Disco de Diamante por las 300 mil copias vendidas, algo que, me contaron, solo sucedió dos veces en los últimos 10 años: con Vicente Fernández y Thalía.
Por eso lo de ayer fue también una fiesta para la industria del disco, cerca del punto de tirar la toalla ante la piratería. Gran noticia, además, para quienes andan en busca de las “buenas noticias”, las historias de éxito ciento por ciento mexicanas. He aquí una clara, alegre, colectiva… callada, tímida, inocente.
Un ejemplo, diría el escritor Ian McEwan, de cómo se llega al éxito cuando la imaginación, la invención, impulsan la inteligencia.
Qué vivan los Ángeles Azules, cómo los voy a olvidar.