Como trabalenguas

Con el mismo asombro infantil, una palabra vibrante y sonora se convierte ahora en un recuerdo para la naturaleza violenta del animal y del hombre...

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Hay palabras que llevan sentimientos consigo, independientemente del significado que tengan. Ocurre al pensar en “mesa” y de momento siento el olor a madera en una tarde de marzo, cuando la luz vespertina señala con notas nostálgicas. Para otras palabras, por el contrario, no encontramos evocación alguna, pero nos generan un bienestar momentáneo; quizás se pudiera tratar de una palabra que vibra en el interior, un guiño al alma, una repetición gustosa. Por el momento, y con la certeza de que algo sonará distinto, dispongo la siguiente: Rikki-tikki-tavi.

Tomemos un momento para asimilar la sonoridad y los pensamientos que poco a poco irán creando una imagen concreta. Comparto que Rikki-tikki-tavi (1893) es el nombre de un cuento del autor Rudyard Kipling, donde el personaje principal es una mangosta. Estamos, entonces, ante un relato que pudiera resultar un recuerdo infantil, una lección aprendida en boca de nuestros mayores, una lectura pasada o quizás una referencia sonora. Esta es una invitación a sentir la belleza de los primeros asombros de infancia.

Tras un día de lluvias intensas, Rikki-tikki fue arrancada de su madriguera donde vivía con sus padres. La corriente del agua la llevó hasta la orilla de un camino donde posteriormente fue encontrada por un niño y por su madre, quienes, ante dudas primarias, consideraron la posibilidad de adoptarla como mascota. La llegada de Rikki-tikki significó una amenaza para otros animales que dominaban el jardín: una familia de cobras. Naturalmente, la lucha por la supervivencia y el espacio no se hizo esperar, una de las dos especies debía desaparecer. 

Hay un punto delicado. Se rompen las fronteras escritas y los personajes hablan, de momento sienten y actúan como nosotros. Las amenazas, las estrategias de combate, los juramentos de muerte, los riesgos y las maneras de proceder de los animales, dejan de ser ficción y se convierten en pequeños espejos. Matar por defender, por deber, por instinto. Con el mismo asombro infantil, una palabra vibrante y sonora se convierte ahora en un recuerdo para la naturaleza violenta del animal y del hombre: Rikki-tikki-tavi.

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