Con el amor en el fuego

Pero ella se aferró a él y no se apartó, con la urgencia de escuchar la misma advertencia de la misma manera.

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-Deja de jugar con fuego niñita, te vas a quemar -le susurró, con la sonrisa y la necesidad en la punta de la lengua, tatuando las palabras con fuego entre su cuello y su oreja, para que no se fueran, para que en un acto divino lo rechazara y huyera, liberándolo de toda culpa, de todas ganas, de cualquier otro tipo de perversión.

Pero ella se aferró a él y no se apartó, con la urgencia de escuchar la misma advertencia de la misma manera, una y otra vez, las veces que cupieran sobre su piel, en cada segundo, en cada minuto, en cada hora, cada vez que intentara salvarla de él.

Con la respiración entrecortada y aún sin decir nada, con cuidado, separó su cuello de sus labios, entrelazando aún más las piernas contra su cintura, en un acto reflejo por deshacer cualquier tipo de distancia que se interpusiera entre su cuerpo y el de él, quedando frente a frente, tan cerca su rostro de sus ojos, que la urgencia de besarlo volvía a apoderarse de ella.

Y así, vistiendo amor e inocencia, se acercó de nuevo y le besó, le inmortalizó sabiéndose suya. Muy adentro, mar adentro.

 -Te amo -le dijo antes de tenerlo entre letras, mientras le permitía que escondiera más advertencias sobre cada rincón de su piel.

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