Con su permiso

El asunto de legisladores y alcaldes asesinados es terrible, pero el horror se propaga cuando secuestran y desaparecen personas inocentes.

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Con el gusto amargo después de días de reflexión, siento apenas  el deseo de escribir mi columna. La noticia de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa del pasado viernes 26 de septiembre me tiene con el ánimo ausente y la inspiración por los suelos.

Apesadumbrado, me puse en búsqueda de dos entrañables colaboradores para intentar encontrar algún sentido a la sinrazón y desgobierno en Guerrero. Para mi mala fortuna no estaban al alcance, pero al cabo logré recibir un corto mensaje de ambos. 

Don Prosicasio Canché, oriundo de Nezahualcóyotl, confirmó su viaje a la frontera con los Estados Unidos. Explicó en pocas palabras su intención de adquirir una semiautomática Beretta 9 mm con cargador para 20 tiros, permitida por el artículo noveno de la Ley de Armas de Fuego en México. 

Dejó entrever que tiene la convicción de registrarla antes de que se vea precisado a utilizarla en contra de un hampón, policía preventivo municipal de Iguala o cualquier otro individuo que pretenda plagiarlo, robar sus pertenencias o simplemente someterlo con la finalidad de quemarlo con gasolina y arrojar sus restos a una fosa clandestina. 

“Nos declararon la guerra al pueblo de México, matando a estos muchachos”.  Considera conveniente, como muchos mexicanos, aprender a usar armas de fuego y evitar pasar a mejor vida como les sucedió al desafortunado diputado Gabriel Gómez Michel y su asistente, raptados en Jalisco  y calcinados en su propia camioneta. 

El asunto de legisladores y alcaldes asesinados es terrible, pero el horror se propaga cuando hay quienes secuestran y desaparecen personas inocentes. “No nos vamos a dejar ni a ponerles las cosas sencillas a esos infelices. Si nos atacan, vamos a defendernos”. 

Mención aparte la de su santidad Yameven Así, que prefiere una Walther PPQ 9mm Parabellum. La perfección alemana. Está consciente de que  es un arma exclusiva para uso de las fuerzas armadas –y la delincuencia organizada−,  pero ante una situación extrema, donde la vida pende de un hilo, será muy difícil, tal vez imposible, explicarle a la familia que uno contaba únicamente con un arma calibre 22 ó 25. 

En tanto la voraz descomposición institucional y el déficit de gobernabilidad nos alcancen, dice,  los facinerosos seguirán enfrentando ciudadanos armados. ¡Vaya biem!

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