Concierto nacionalista de la OSY

El concierto patrio ya es tradición en la orquesta, siendo uno de los más populares a lo largo del año.

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Cuando usted lea estas líneas, la noche de gala de la Orquesta Sinfónica de Yucatán ya habrá concluido, puesto que la velada inaugural de la nueva temporada aconteció anoche en el máximo recinto de nuestra localidad, ante un atiborrado Peón Contreras, lleno hasta la galería y el último rincón.

Y no hace falta ser vidente ni contar con el don de la ubicuidad para saber lo anterior: el concierto patrio ya es tradición en la orquesta, siendo uno de los más populares a lo largo del año. El programa presenta pocas sorpresas, pues interpretaron clásicos nacionalistas como “Sensemayá”, de Silvestre Revueltas, y “Huapango”, de José Pablo Moncayo, piezas afincadas en el gusto popular de los mexicanos.

Asimismo, el programa se compuso de uno de los “nuevos clásicos”, el “Danzón No.2” de Arturo Márquez, pieza contemporánea que ha dado la vuelta al mundo –hasta Dudamel tiene versión, ni qué decir de la siempre guapa Alondra de la Parra-. Sin embargo, hay dos excepciones cuya motivación debería ser suficiente para asistir al concierto del domingo: el estreno en la península de las lajas ardientes de dos composiciones contemporáneas y poco conocidas del repertorio de autores mexicanos, “Concierto para clarinete y orquesta, Op.70”, de Eugenio Toussaint, y “De aquí a la veleta”, de Javier Álvarez.

El primero tuvo como solista a Luis Mora en el clarinete, cuya presencia está totalmente justificada, especialmente en el tercer movimiento, cuyos ritmos sincopados nos remiten al jazz, género de donde proviene Toussaint, más conocido como pianista que como compositor, pero que aquí sorprende sobre todo por su coloratura y diversificación musical, irresistible para los melómanos curiosos.

“De aquí a la veleta”, obra novísima de Álvarez (se estrenó con la Orquesta Sinfónica de Minería apenas en el 2013), reviste especial interés por su estructura, dividida en ocho partes a interpretarse de manera consecutiva, sin interrupciones, cuyo espectro melódico es amplio y, de alguna manera, fragmentado o seriado a pesar de sus contrastes. Además, claramente influenciado por la residencia del compositor en Yucatán, cuya veleta es símbolo de su inspiración temática.

Así finalizó este primer concierto de la OSY, pletórico de fervor patrio, muchas veces malentendido y mal encaminado, ya que en plena inflación económica el único motivo para hacer un esfuerzo y un gasto extra es justamente escuchar un poco de lo mejor que tiene nuestro país: sus músicos, sus artistas y, en este caso, sus orquestas. Un poco de luz en la oscuridad de un futuro en cierto, lo que sólo el arte nos puede otorgar.

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