Confianza (II)

Su carencia se hace evidente entre patrones y obreros, entre gobernantes y gobernados, y aún entre iguales o hasta con los amigos.

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La confianza es una hipótesis sobre el comportamiento futuro de otro, es la convicción de que una persona no solamente deseará, sino que también será capaz de actuar de una cierta manera frente a una determinada situación. Con confianza, al menos por un tiempo, desaparece la duda acerca de las acciones de los demás, es una especie de apuesta en la que uno deja de inquietarse por no tener control sobre el otro.

Cuando existe confianza, las relaciones sociales se tornan más simples pero más enriquecidas. Con el paso del tiempo diversas acciones se van concretando, se van haciendo realidad, y con ello la confianza puede reforzarse o debilitarse. El modo en que se entrega confianza y la manera como se responde a ella van definiendo el carácter de una persona y los rasgos que la distinguen de cualquier otra.

La confianza es un ingrediente indispensable en las relaciones humanas y sociales, por ello debe ser fomentada, construida y fortalecida todos los días. Es una carretera de dos sentidos, uno que otorga, ofrece y brinda la confianza, y otro que responde honorablemente a ella. No ha de otorgarse ciegamente, pero tampoco es sano negarla por rutina o instinto.

Henry Graham Greene, escritor, guionista y crítico británico, quien trataba en sus obras asuntos política o moralmente ambiguos en un trasfondo contemporáneo, y exploraba la confusión del hombre moderno, alguna vez sentenció: “Es imposible ir por la vida sin confiar en nadie, es como estar preso en la peor de las celdas: uno mismo”.

La confianza es liberadora, deja salir otras virtudes que permanecían dormidas e improductivas, potencia sus frutos y también da fortaleza. Arturo Graf, poeta italiano del siglo XIX, decía: “La fuerza es confiada por naturaleza. No existe un signo más patente de debilidad que desconfiar instintivamente de todo y de todos”.

Por ello, insisto en que debemos recuperar a toda costa ese gran activo que paulatinamente se ha ido esfumando de la sociedad mexicana. La confianza está cada vez más ausente y lejana en las relaciones interpersonales, comerciales, empresariales y políticas.

Su carencia se hace evidente entre patrones y obreros, entre gobernantes y gobernados, y aún entre iguales o hasta con los amigos.

La disminución de este valor se refleja incluso en la emisión de leyes y normas, cuando se establecen sanciones o se niegan soportes asistenciales con base en la presunción de un engaño o violación que probablemente algunos han cometido antes, pero que, al generalizarlas, se actúa con injusticia ante la gran mayoría que son gente honesta y digna de confianza. Y una vez que se da ese paso, sólo es posible esperar un deterioro cada vez mayor.

El escritor y periodista estadounidense Ernest Miller Hemingway, ganador del premio Pulitzer en 1953 por “El Viejo y el Mar”, y del Premio Nobel de Literatura en 1954 por su obra completa, decía: “La mejor forma de averiguar si puedes confiar en alguien es confiar en él”.

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