¿Congreso o conjura?
Al menos 3 ponentes del Congreso de Estética, Discurso y Entorno: 200 años de Literatura Yucateca con los que hablé declaran haber sido invitados apenas hace una semana.
¿Qué haces aquí, te gusta la literatura?, le pregunté a una menuda puberta. “La maestra nos obligó a venir, que para que leyéramos más, pero no entendí nada”, respondió la jovencita, acarreada al Centro Cultural del Niño Yucateco, sede del sospechoso Congreso de Estética, Discurso y Entorno: 200 años de Literatura Yucateca, que comenzó ayer viernes.
Y el sospechosismo no es gratuito, sino justificado: de entrada, ¿cuál es la fecha o referencia bibliográfica que dan excusa para dicho conciliábulo? La imprenta entró a Yucatán en 1813. El periodo colonial finalizó en 1821, con la recién celebrada –y vilipendiada- independencia. No es por allá. A pesar de mis indagatorias, nadie ha sabido darme razones del punto exacto en el tiempo que se está celebrando, y presiento que durante los 3 días que dura el Congreso, nadie podrá explicar tal acertijo.
Lo que sí me parece evidente –por lo que he podido colegir de comentarios de participantes que prefieren no dar su nombre- es que es un congreso mágico, sacado de la manga o del sombrero, por aquellos que detentan la cultura institucional en el Estado. Al menos 3 ponentes con los que hablé declaran haber sido invitados apenas hace una semana. Y lo que es más grave: el cónclave literario fue anunciado menos de una semana antes de dar inicio.
Mi paranoia conspiracionista tal vez me engaña, ¿pero no merece mucho más tiempo y difusión la celebración de esos supuestos 200 años de literatura yucateca, que a juicio de algunos historiadores participantes, data de mucho antes? Y sobre todo, ¿por qué tan excelso evento no figura en el programa oficial del Otoño Cultural que transcurre mientras escribo estas líneas?
Durante la mesa de literatura yucateca contemporánea, escucho de Roldán Peniche una panorámica de escritores: Rodrigo Ordóñez (poeta y presidente de la Red Literaria del Sureste), Roger Campos, Carlos Peniche Ponce, Emiliano Canto Mayén y Fernando de la Cruz, que figuran como sus principales exponentes. Ninguno de los cuales fue invitado al congreso del absurdo organizado al alimón sin convocatoria abierta, donde no figuran investigadores literarios sino personajes sin mérito alguno avalados por el Centro Yucateco de Escritores y un prestidigitador político llamado Jorge Lara.
El oráculo del Dzalbay se queda mudo ante mis cuestionamientos, por lo que acudo a la pitonisa del Polo Sur en busca de respuestas. Esta, acomedida y discreta, después de espolvorearse sabiduría e inhalar enigmáticos inciensos, se retuerce sobre su frutal espalda mascullando transparentes revelaciones: la conjura de los necios…