Corazón de perro

La obra de Mijaíl Bulgákov, aunque fue escrita en 1925, tras décadas de censura y prohibición fue editada en 1987 durante la glásnost de Gorbachov.

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Mijaíl Bulgákov nació el 15 de mayo de 1891 en Kiev, Ucrania, que entonces formaba parte del Imperio Ruso. Fue un escritor y dramaturgo soviético de la primera mitad del siglo XX y es universalmente conocido por su novela “El maestro y Margarita” que, debo agregar, es de una factura magistral.

Sin embargo, dentro de su catálogo de obras menos conocidas y poco leídas se encuentra otra novela cuyo eje temático y tono de la prosa no desmerece en absoluto del corpus artístico del autor. Me refiero a la novela “Corazón de perro”, escrita en 1925 y que no fue publicada sino hasta décadas después, ¡en 1987!

Al igual que su obra maestra referida líneas arriba, sufrió de la censura y prohibición durante la época del stalinismo soviético, provocando que su edición se constituyera como unos de los momentos más importantes de la glásnost de Gorbachov, al menos en lo que toca al rubro literario.

La trama es la siguiente: un genial e inverosímil cirujano especializado en operaciones de rejuvenecimiento transplanta a un perro callejero llamado “Bolita” la hipófisis y las glándulas sexuales de un hombre que acaba de morir. Pero el resultado del experimento no es el esperado, puesto que el can comienza una metamorfosis que lo termina por convertir en un ser antropomorfo, retomando las características del hombre del cual tomaron los órganos, que a todas luces era un barbaján en vida.

Durante su insólito desarrollo, acaba convirtiéndose en un ser humano física y moralmente repulsivo, que termina por afiliarse al partido comunista propugnando una filosofía e ideología contrarias a las de su creador, entrando en conflicto y poniendo en situaciones incómodas tanto al doctor como a su inocente engendro.

El médico –que podemos intuir es el mismo Bulgákov ya que en su juventud ejerció dicha profesión- critica al régimen soviético de Stalin abiertamente, aunque siempre matizando sus comentarios detrás de disertaciones de tipo formal y estético, provocando con esto que el lector se deleite ante la ineludible responsabilidad de convivir con aquello que más detesta y a la vez lamentando la mala hora de su propio genio creador.

Aunque las obras teatrales de Bulgákov fueron populares en su tiempo, le fue prohibido publicar a partir de 1930, puesto que su sátira del clima político ruso debía ser silenciada. No obstante, Mijaíl se valió de la parodia convencido –al igual que sus lectores- de que la risa y el humor inteligente son recursos expresivos a prueba de la más inclemente de las reclusiones siberianas.

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