Corona abollada

Pues siempre no, la reunión concertada para el 31 de enero, en la Casa Blanca, con el presidente Donald Trump, fue cancelada por Enrique Peña Nieto...

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Pues siempre no, la reunión concertada para el 31 de enero, en la Casa Blanca, con el presidente Donald Trump, fue cancelada por Enrique Peña Nieto después de que el norteamericano la condicionara, trinando, al pago del muro que construirá en la frontera común. Antes, en contra de los principios diplomáticos y de la más elemental norma de cortesía, no dudó en ofender a sus invitados, los secretarios mexicanos de Economía y de Relaciones Exteriores, al firmar públicamente el decreto para esa construcción.

Lo hizo cuando se enteró de que el canciller Videgaray se negó a incluir en la agenda de la frustrada visita el pago del mencionado muro, que fuera la bandera más popular en su campaña.

Es tan locuaz el magnate que, tratando de administrar el daño de la primera abolladura internacional a su corona, publicó en la red que se había acordado de manera conjunta posponer la reunión y que mandaría a México a un representante para buscar otra fecha (y seguramente rehacer la agenda).

Sin embargo, resulta, a mi juicio, bastante significativo que fuera México, a través de su presidente, quien le propinara al atrabiliario empresario su primer revés diplomático. Bien merecido se lo tenía, luego de una campaña basada en ofensas infligidas a nuestro país.

Y es que el norteamericano se ha mostrado incapaz de comprender la profundidad de nuestras relaciones económicas, así como todas las implicaciones del dinámico intercambio establecido entre las empresas norteamericanas y mexicanas ubicadas en ambos lados de la frontera. No en balde un senador del Estado de Texas ha disentido públicamente sobre su obsesión de que nosotros paguemos el muro, por ejemplo cobrándonos aranceles o impuestos, lo que puede acarrear serios conflictos comerciales y distorsiones en los precios de las mercancías.

Su locuacidad  es tal que, habiendo comenzado por amenazar con imponer un arancel del 35% a los automóviles producidos en México por fábricas norteamericanas, últimamente, con el argumento de que había sacado bien las cuentas sobre el costo de la muralla, pasó a proponer gravar con un impuesto del 20%  todos los productos que importen de México, sin caer en cuenta que así la terminarían pagando los consumidores de su país.

 No sabe, o no le importa, que contravendría los acuerdos de la OMC de la que forma parte, lo que le acarrearía severas sanciones y serias dificultades con los países miembros de esa organización.

Sospecho que padece el síndrome del estudiante bisoño, que explica todos los fenómenos a partir de  un solo y elemental concepto; en su caso la balanza comercial, pues pretende imponerle aranceles a todos los países con los que Estados Unidos tiene balanza comercial deficitaria. Alguien de entre sus “brillantes” asesores o de su “magnífico” gabinete debería hablarle de la balanza de pagos.

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