Cosa de tres

A partir de la división de poderes y de la participación ciudadana en las elecciones, los gobiernos han perdido estabilidad y necesitan el acuerdo con los partidos contendientes.

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Quienes  veían en el sistema parlamentario una forma de gobierno superior al presidencialismo, por incorporar  en la formación de su gobierno el apoyo legislativo suficiente para llevar al cabo sus programas, han tenido que recapitular ante la incapacidad de los españoles, por ejemplo, para formar gobierno, luego de dos elecciones consecutivas extremadamente fragmentadas, a pesar de que un partido, el PP, sacó más votos que sus contrincantes.

Los que postulan la segunda vuelta en las elecciones presidenciales argumentando la necesidad de garantizar el apoyo mayoritario de los ciudadanos al “señor Presidente” parecen perder de vista que sería más importante que contara con el apoyo de una mayoría legislativa para realizar sus propuestas y, por otra parte, se olvidan del incremento del abstencionismo que acompaña los procesos democratizadores.

Lo cierto es que a partir de la división de poderes y de la necesaria participación ciudadana en las  elecciones, los gobiernos han perdido mucho en estabilidad y necesitan cada vez más el acuerdo con los partidos contendientes. Esa es la razón por la que las llamadas Reformas Estructurales no habían podido llevarse al cabo por décadas, a pesar de la alternancia,  y por la que constituye el principal logro de Enrique Peña Nieto, cuyo gobierno, una vez aprobadas las reformas, ha sido objeto de las más duras críticas de parte de sus ocasionales aliados y, con el apoyo de los medios electrónicos, centro de las más absurdas descalificaciones y ridiculizaciones. Lo que se acentuará conforme se acerca 2018.

No obstante, la situación política del país no se ha modificado considerablemente y lo que tenemos a la vista, según encuestas, es una división en tres partes, con el PAN por un lado, el PRI por el otro y en un tercero las Izquierdas (PRD y Morena, como partidos centrales), donde la diferencia pueden hacerla sus alianzas con otros partidos.

Si recordamos que Peña Nieto ganó la elección con cerca de la tercera parte de las votaciones, no puede resultarnos nada extraño que “sólo” sea aceptado por cerca del 30% de la gente y reprobado por las dos terceras partes. Lo extraordinario fue su aceptación durante la aprobación de las reformas.

Y si es correcto que AMLO, el más identificado por los encuestados, es hoy el personaje político con mayor aceptación como candidato, también es verdad que su principal escollo es conformar una alianza con el PRD, ya que su presidenta Alejandra Barrales ha declarado que pugnará por sacar un candidato propio, lo que dividiría ese voto.                        

Lo que resulta claro es que sin alianza con el PRD le será muy difícil al PAN  obtener la victoria. Por ello las cúpulas empresariales exigen mano dura para la CNTE, para debilitar al PRI. Pero AMLO les lleva un paso adelante habiendo ofrecido amnistía para los priistas. No cabe duda: será una elección de tercios.

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