Criminal desperdicio del presente

Olvidamos, en un acto de asombrosa ingratitud, la circunstancia de que estamos vivos y de que ese hecho, el de la existencia, es el milagro más portentoso que nos pueda haber tocado.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Es muy extraña, aparte de vagamente maligna, esa disposición que tenemos los humanos para aspirar constantemente a estar en otro lado, en otro tiempo, en otra circunstancia. Pareciera que lo menos valioso que tenemos es el presente (por más que no podamos nunca capturar de manera plena el instante mismo que estamos viviendo).

Y así, por imaginar (y, sobre todo, por desear) un futuro en el que se cumplan sueños y objetivos, desechamos la realidad inmediata.

Dejamos de disfrutar lo que tenemos a nuestro alcance, aquí y ahora, y lo sacrificamos en el altar de unos anhelos que envenenan permanentemente nuestro espíritu: nos vemos entonces viviendo un porvenir en el que nuestros problemas aparecen mágicamente resueltos ya sea porque hemos dejado de trabajar (como si ganarse la vida no fuera algo bien placentero sino una auténtica maldición), porque nos hemos sacado la lotería, porque hemos terminado de pagar la hipoteca o porque ya no estamos obligados a ejecutar ninguna de las servidumbres que tanto nos agobian en el presente.

O sea, que olvidamos, en un acto de asombrosa ingratitud, la circunstancia de que estamos vivos y de que ese hecho, el de la existencia, es el milagro más portentoso que nos pueda haber tocado.

Ah, y nos ocurre también que los pequeños contratiempos de lo cotidiano adquieren unas dimensiones totalmente desmesuradas: vivimos enrabietados por el acaecimiento de las más intrascendentes nimiedades y nos frustran toda suerte de pequeñeces. Cuando me caen encima esos sentimientos de enfado y disgusto, intento imaginarme en una cama de hospital (ahí sí, en un futuro tan probable como ineludible), entubado, en la etapa terminal, como se dice en el lenguaje clínico. ¿No cambiaría yo de raíz ese momento por cualquiera de estos días en los que, con salud y plena conciencia de las cosas, me puedo todavía mover a mis anchas por el mundo?
Bueno, no me es de mucha utilidad pensar en tan tenebrosa anticipación, pero la comparto de cualquier manera con ustedes, amables lectores.

 

Lo más leído

skeleton





skeleton