Cuando el Pacto estorba al Pacto

En todo este año el gobierno ha puesto al Pacto por encima de otros intereses con tal de que llegaran las reformas.

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Las últimas acciones de los gobiernos federal y de la ciudad, que actúan de manera coordinada, dejan en claro que la decisión es no intervenir ni con el pétalo de un escudo en las protestas, marchas y bloqueos de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Han hecho un cálculo que, creo, es acertado: cualquier acción que sea interpretada como violenta o represiva daría al traste no solo con lo que falta de la reforma educativa, sino que sería una daga en la energética y la hacendaria. 

Así que para los que vivimos en la Ciudad de México nos toca aguantar a que el Congreso de la Unión, una vez que abra periodo, procese por lo menos lo que falta de las leyes secundarias educativas y la reforma constitucional de energía. Los próximos días veremos más presión en las calles y más prisa en los legisladores priistas y panistas. 

La condición inescapable para que la estrategia dé resultado es que las iniciativas se legislen pronto. La unión de las fuerzas de la CNTE, lo que queda del SME y los que se apunten de Morena después del evento de López Obrador en el Zócalo podría resultar demasiado hasta para Miguel Ángel Mancera, que ha jugado para el Pacto.

La presión de la calle también podría obligar a los panistas a exigir al gobierno a dejar de consentir al perredismo, que ha insistido en la necesidad de seguir hablando con los maestros y se opone a la reforma energética priista.

El gobierno se ha puesto en esta posición por buenas razones, hubo prisa para lograr cambios que importan y había herramienta: el Pacto por México. En todo este año el gobierno ha puesto al Pacto por encima de otros intereses, ha aplazado eventos, suspendido acciones, ha consentido a los pactistas con tal de que llegaran las reformas.

Los partidos de oposición en diferentes momentos han estirado la liga, presionado, amenazado. Pero hoy es hora de votar reformas que, tal vez, no sean del agrado de todos. De esas que generan costos. Eso toca decidir sobre todo a los perredistas. 

La pregunta, la paradoja, es si hoy la obsesión por mantener vivo el Pacto puede ser el obstáculo para que se aprueben las reformas enunciadas en el Pacto.

Ese es el dilema político de Enrique Peña Nieto en los próximos días. 

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