Cuando llegues a Madrid Tanicho mío

Generoso con sus amigos y sus no tan amigos, abría las puertas de su casa y nos convidaba del gran banquete que era su compañía.

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En las primeras horas del viernes pasado el veterano actor Francisco Sobero “Tanicho” había muerto. La comunidad teatral se cimbró.

El teatro yucateco se puso de luto. Sus fotografías invadieron las redes; tantas obras, tantos personajes, tanto teatro en un solo hombre. 50 años de trayectoria, recientemente celebrada por la Sedeculta, dan fe de ello; del ser entrañable que era damos fe quienes lo conocimos.

Yo lo dirigí en dos obras, siempre llegaba de buen humor, bromeando, contando anécdotas del teatro Herrera o de alguna de esas estrellas emblemáticas que conoció a lo largo de su destacada carrera. Un hombre de 70 años, pero con el corazón y el entusiasmo que ya muchos quisiéramos.

Tanicho era un hombre sano en más de un sentido, su único interés era el teatro, prueba de ello es que transformó su casa en uno que lleva su nombre y esperamos que mantenga sus puertas abiertas, lo contrario significaría su verdadera muerte.

Tanicho era un divo de antaño, de esos irónicos, con la mirada filosa y el juego a flor de piel. Siempre quería cantar, este hombre cantaba y cantaba, no sólo en los teatros; cantaba la vida.

Generoso con sus amigos y sus no tan amigos, abría las puertas de su casa y nos convidaba del gran banquete que era su compañía.

Un tío amoroso para sus sobrinos a quienes visitaba y presumía con orgullo. Infinidad de artistas acudieron a despedirlo. Por iniciativa del alcalde Mauricio Vila, es enterrado en la Rotonda de los Hombres Ilustres, cerca de Carlos Torre Repetto y  Enrique Gottdiener. 

No hay manera, querido Tanicho, de echar tierra sobre tu cuerpo, sobre tu historia, no hay manera de enterrar a un ser lleno de vida y talento como tú. Creo en la reencarnación, sé que estarás de vuelta en un ave majestuosa, en una canción que se cantará muchas veces o en un teatro que lleve tu nombre.

¿Ves mi querido Tanicho? No hay manera de decirte adiós porque te quedas con nosotros, en la historia del teatro yucateco, te quedas conmigo ese día que supiste que me iba a Madrid y me cantaste: “Cuando vayas a Madrid chulona mía, voy a hacerte emperatriz de Lavapiés, y alfombrarte con claveles la Gran Vía”, te quedas conmigo porque aún escucho tu voz cantando.

Cuando llegues a la sombra de la ceiba grande Tanicho mío, no descanses, sigue asombrando con tu talento, no dejes de cantar ni de reirte de la vida, aquí nosotros y el teatro lloramos tu muerte.

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